MÚSICA LITÚRGICA. |
2. DISCO "CHANT MOZÁRABE". TEXTOS INTRODUCTORIOS.
El canto mozárabe es el propio de la liturgia practicada en la Península Ibérica. Ocupa un lugar destacado en la historia de la música occidental junto a las otras ramas del canto litúrgico latino que poseen un repertorio completo propio, hoy bien conocido, como es el gregoriano y el ambrosiano. La denominación más universal es la de canto mozárabe, nombre con el que se conocía a los cristianos que vivían en la Península Ibérica bajo el poder musulmán (mozárabe significa 'no-árabe')(1). Pero no debe ser entendido como un canto que fue compuesto por los cristianos que practicaban libremente su religión baja la ocupación musulmana. Por eso suele llamarse también canto visigodo, o más propiamente aún, canto hispánico o viejo-hispánico. Casi todos los manuscritos que nos han llegado hasta nosotros de la primitiva época, unos cuarenta en total, fueron escritos en scriptoria de los reinos cristianos del Norte de la Península, entre el siglo IX y el siglo XI. El canto mozárabe, como su liturgia, comienza su andadura en los comienzos de la evangelización de las provincias de la Hispania romana, y aparece ya conformada durante el reinado visigodo (466-711). La vitalidad del paleo-cristianismo hispánico queda patente no solo en el protagonismo de sus obispos (Osius de Córdoba, que vivi� más de cien años (256-ca.358), y la importancia de sus concilios, como el de Granada (Illiberis ca.300-302), sino también en el particular texto latino de la Biblia, versión conocida como Vetus hispana, del que se servían los fieles para recitar los salmos y hacer las lecturas en los oficios divinos. Los cantos y la eucología de la liturgia mozárabe toman sus palabras y su inspiración de esta vieja versión bíblica. Los Santos Padres de la Iglesia visigoda, tal como recoge la crúnica De viris ilustribus iniciada por san Isidoro de Sevilla (+636) y continuada por san Ildefonso de Toledo (+667), adornaron la vieja liturgia con nuevos cantos y la adaptaron a unos usos más acordes con los tiempos nuevos. De san Leandro de Sevilla (+599), hermano mayor de san Isidoro, de los obispos Juan y Braulio de Zaragoza (+618, +631), de Eugenio de Toledo (+657) y otros, se dice incluso que compusieran melodías litúrgicas. Sin duda, uno de los efectos más notables de la actuación de los padres visigodos, cuyos escritos deben ser considerados como el puente que uni� culturalmente la antig¨edad cristiana con la Edad Media, es el uso de párrafos y frases tomados de lugares que no pertenecen al libro de los salmos como textos de los cantos litúrgicos, después de haber sido recompuestos con el fin de hacerlos más musicables. El canto hispánico, con su liturgia, fue practicado así por los mozárabes, como por los cristianos de los reinos del Norte. Aunque hoy se reconocen variantes o tradiciones pertenecientes a otras tantas prácticas, existe bastante uniformidad en la liturgia tal coma ha llegado hasta hoy. La reforma de la liturgia romana y las acciones emprendidas por los carolingios para implantarla en todo el imperio no surtieron ningún efecto en la Península Ibérica, salvo en los territorios de la Marca Hispánica, en el Noroeste, controlados por Carlomagno. A Roma llegaban graves acusaciones sobre la dudosa heterodoxia de unas oraciones y unos cantos que no se ajustaban a los usos de la Iglesia universal. La Iglesia hispánica las rechazaba enérgicamente y se opon�a firmemente a las innovaciones procedentes de la Roma, alegando que los usos hispánicos eran tan venerables, y sus autores tan santos como el mismísimo san Gregorio Magno. No obstante, a fines del siglo XI, la política de los reyes de Castilla, basada en alianzas matrimoniales con esposas del otro lado de los Pirineos, hizo claudicar a los obispos en su empeño de mantener a ultranza su vieja tradición. Y así, reunidos en concilio convocado por el rey Alfonso VI en Burgos, 1081, decidieron sustituir el canto hispánico por el gregoriano. En la febril controversia de más de dos siglos habida entre la Roma carolingia y las iglesias hispánicas, los activos scriptoria castellano-leoneses tuvieron tiempo de copiar un importante número códices litúrgicos en la bella notación neumática visigótica. Sus neumas de trazo fino y ondulado tienen una caligrafía muy cuidada, y revelan al tiempo una notable riqueza semiológica. La supresión del canto hispánico llegó en un momento en el que las schol» eclesiásticas buscaban la fijación gráfica de la melodía de manera exacta y no sólo aproximadamente, tal como era representada por la notación neumática in campo aperto. Pero las nuevas técnicas solo se emplearon para escribir el canto gregoriano. En el curso de muy pocos años los cantores debieron aprenderse un repertorio nuevo. Es fácil imaginar la convulsión que debieron sufrir las comunidades cristianas peninsulares al recibir a clérigos llegados de otras tierras, pronunciando el latín con acento extraño, cantando cantos que no habían oído jamás e imponiendo la obligación de rezar oraciones de una austeridad y concisión extremas. Hay que hacer notar, sin embargo, que si bien la sustitución de la liturgia hispana por la gregoriana fue brusca y expeditiva en la celebración de la misa y del oficio divino, no lo fue tanto en los otros ritos, cuya celebración no gozaba de la misma uniformidad dentro del área de influencia del Sacro Imperio. Las iglesias hispánicas siguieron, pues, celebrando algunos ritos, como el bautismo, el matrimonio, las exequias, con los formularios tradicionales, y algunos de sus cantos (21 en total nos han quedado) fueron copiados en notación diastemática, para que su melodía fuera cantada sin titubeos. La resistencia contra la introducción del nuevo rito se tradujo, en algunos monasterios, como Sahagún (León), en graves disensiones entre los monjes partidarios de la tradición y los renovadores. Pero la resistencia apenas fue duradera, salvo en Toledo. En el momento en que el concilio de Burgos suprimía oficialmente el canto hispánico, Toledo, la antigua capital del reino visigodo, seguía ocupada por los musulmanes. Poco tiempo después, en 1085, fue conquistada por el rey Alfonso VI. Los mozárabes toledanos se negaron a aceptar la lex romana y siguieron practicando el viejo rito hispánico, no en la catedral, a cuya sede se había elevado un monje francés, Bernardo de Cluny, sino en algunas parroquias dentro y fuera de la capital. Las comunidades cristianas de la resistencia al nuevo rito siguieron llamántose mozárabes, y durante varios siglos hasta finales del siglo XV siguieron celebrando la vieja liturgia hispánica, usando los códices con neumas escritos in campo aperto. A fines del siglo XV, el Cardenal de Toledo el franciscano Jiménez de Cisneros, impulsor de la reforma de la iglesia española, decidió legalizar los ritos de los mozárabes. Con este fin mandí construir una capilla con la advocación del "Corpus Christi" para que unos capellanes celebraran colegialmente los actos litúrgicos según el rito hispánico al servicio de las comunidades mozárabes. Cisneros dot� generosamente a la capilla, publicó el Misal y el Breviario mozárabes (1500 y 1502), mandí copiar unos libros de facistol o grandes cantorales para que el coro de capellanes pudiera cantar las viejas melodías. La música de estos cantorales fue tomada de la tradición, y es muy difícil ver en ella el rastro musical de los cantos que aparecen copiados en los códices antiguos escritos con neumas in campo aperto. Sin embargo, algunas melodías, especialmente los recitativos, rezuman esencias de venerable antig¨edad. Todavía hasta hace pocos años estos cantos resonaban en las bóvedas de la catedral toledana. Los cantos agrupados por Marcel P�r�s en esta grabación han sido tomados de los cantorales de Cisneros. Si haciendo uso de un rigor intelectual, quizá excesivo, nos resistiéramos a situar la esencia de estos cantos en una época anterior al siglo XI, al menos deberemos reconocer que ellos son fiel reflejo de una práctica que tiene más de cinco siglos de antig¨edad. Ismael Fernández de la Cuesta Ciertas iglesias de Toledo nunca aceptaron la reforma litúrgica impuesta a finales del siglo XI y mantuvieron la tradición oral del canto mozárabe. En torno a 1500 este canto fue puesto por escrito, gracias a la clarividencia del Cardenal Cisneros, una de las grandes figuras de la Reconquista. Reinstaur� el rito mozárabe dedicando una capilla en la Catedral, la del Corpus Christi, a la conservación de esas antiquísimas tradiciones. Confió la tarea de la reconstrucción de la liturgia al canónigo Alonso Ortiz, quien probablemente modificó ciertos cantos, especialmente los correspondientes a la schola o coro, pero dado el estado actual de nuestros conocimientos, no podemos evaluar el alcance de esas transformaciones. Sólo tres manuscritos nos transmiten este canto; dos de la Misa y uno del oficio de Vísperas. Se conservan actualmente en la Capilla mozárabe de la Catedral de Toledo y pudimos consultarlos gracias a la amabilidad del maestro del coro catedralicio. La música fue escrita a finales del siglo XV con notación "mensural" y por tanto es perfectamente legible tanto su ritmo como su melodía. Estos manuscritos solo contienen las piezas destinadas a la schola. Para los cantos de diácono y presbítero hemos utilizado el Missale Mixtum dictum mozarabes publicado en 1500 por el Cardenal Cisneros. Es el ejemplo más antiguo que poseeemos de moniciones diaconales e intervenciones sacerdotales. A pesar de la fecha de su publicación, estas piezas reflejan una tradición muy antigua, en la que los cantos de los celebrantes generalmente se han transmitido con gran estabilidad. Los diálogos entre celebrantes y schola son esenciales para comprender el ritmo y espacialidad de esas liturgias, que hunden sus ra�ces en la antig¨edad del Oriente Próximo y Norte de África. Hemos reconstruido sus momentos más significativos. El programa de la grabación evoca, de este modo, las grandes lÍneas de la liturgia eucarítica mozárabe, desde las invocaciones del sacerdote al pie del altar, que abren la ceremonia, hasta la aclamación final del diácono, Vicit leo de tribu Juda (2) y el lauda que cierra la grabación y que se cantaba al comenzar Vísperas. Los manuscritos de Toledo, reflejo del estado de la tradición oral a finales del siglo XV, nos presentan una música cuyos contornos melédicos se muestran diferentes de los manuscritos del siglo XI. Sin embargo, estas piezas, visiblemente marcadas por la estática del siglo XV, conviven junto a aquellas que proceden directamente de la tradición y conservan el eco del antiguo canto de las iglesias africanas. Marcel P�r�s (trad. La Ermita) NOTAS. (1) La mayoría de los autores coinciden en que el significado de mozárabe es "arabizado". (N. de la Ermita). (2) Esta aclamación es un canto de la fracción.nbsp; (cantus ad confractionem) para el tiempo de Pascua y pertenece al rito de la comunión y por tanto es anterior a la fórmula conclusiva que cierra la celebración. Siguiendo el orden del Missale Mixtum debería ir en la grabación antes del canto de comunión (cantus ad accedentes) gustate et videte. (N. de la Ermita). |