MÚSICA LITÚRGICA |
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MISA MOZÁRABE Y CANTOS DEL ANTIGUO RITO HISPÁNICO
Duración: 42' 53" (Canto mozárabe: 24' 16'') Fuentes utilizadas: S3: Ritus et Missae, (Liber Ordinum
minor), Silos, Archivo del monasterio. Año 1039. |
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Ficha Componentes: Grabación en directo en la iglesia de San Pedro de
Pastriz (Zaragoza) Música interpretada por ANTIGUA CAPILLA
HISPANA
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El Rito Hispano o Mozárabe es uno de los diversos ritos que en el transcurso de los tiempos se fueron formando en los distintos territorios por donde se extendió la Iglesia, y deriva. como todos los ritos, de la primera "fracción del pan" que conmemora la muerte y resurrección de Jesús. Las sencillas celebraciones iniciales se enriquecieron con nuevos elementos diferenciados según las peculiaridades de cada tiempo y lugar, surgiendo así las diversas maneras de celebración que ahora llamamos ritos: unos orientales celebrados en griego y en otras lenguas, y los occidentales, celebrados en latín como son el rito romano, ambrosiano o milanés, galicano, bracarense, norte-africano... así como el canto propio de la liturgia practicada en la península ibérica que denominamos Antiguo Canto Hispano, Canto Visigodo, Viejo Hispánico o Mozárabe. La denominación más utilizada es la de Canto Mozárabe, nombre con el que se conocían a los cristianos peninsulares que vivían bajo la dominación islámica. El uso de las otras acepciones se explica siguiendo el periplo de la Iglesia española en los primeros siglos de su historia. La liturgia hispana se inicia con los primeros cristianos hispano-romanos, se conforma bajo la dominación de los visigodos y, posteriormente, se mantiene por los fieles que permanecieron en las diversas regiones de la España dominada o en las zonas no ocupadas. El vigor de las primeras comunidades cristianas en la Hispania romana queda reflejado en el uso de un determinado texto latino de Biblia en las lecturas y salmodias de los oficios. Esta versión bíblica, la Vetus hispana, inspirar� los cantos y, en definitiva, la eucología de la liturgia mozárabe. Las crúnicas de la época visigoda nos informan del nuevo impulso que recibe dicha liturgia gracias a las aportaciones de los Santos Padres que incorporaron nuevos cantos, cuyos textos, que en ocasiones no pertenecían al libro de los salmos, enriquecieron un rito que se iba adecuando a las nuevos usos. Esta liturgia será la practicada por los cristianos de los reinos del norte y por los mozárabes en las tierras bajo el poder musulmán. Por todo ello, podemos utilizar cualquiera de las distintas acepciones para referirnos siempre a una única liturgia, que ha sido transmitida con suficiente identidad y uniformidad, y que presenta las lógicas variantes propias de las distintas prácticas y tradiciones desarrolladas en la península. Cuando el Papa Gregorio VII decidió extender el rito romano a toda la cristiandad europea, encontr� en los territorios españoles una desigual acogida. La difusión de la reforma romana emprendida por los carolingios, se impuso con facilidad en las tierras de la Marca Hispánica controladas por Carlomagno; los reyes de Aragón y después los de Castilla, cuya política se fundamentaba en vínculos matrimoniales con la realeza europea, acabaron por aceptar el rito romano haciendo claudicar a los obispos en su empeño de mantener a ultranza la vieja tradición, desapareciendo entonces el rito español en los reinos cristianos de la península. Sin embargo, se mantuvo en los territorios ocupados y fue entonces cuando empezó a denominarse mozárabe. El centro de la mozarabía fue Toledo, antigua capital de la España visigoda, ya que en Alandalus había poca población cristiana por la presión de los conquistadores que se traducía en constantes emigraciones y apostasías. Podemos relatar los sucesos narrados en la Crúnica Najerense acaecidos en 1077, cuando el rey Alfonso VI, partidario de la supresión del rito autóctono y la implantación del romano, apel� al juicio divino: dos caballeros, representando a ambos ritos, se enfrentarán en una justa, prevaleciendo el uso litúrgico del caballero ganador. El caballero que defendía el rito hispánico, tras dura lucha, salió victorioso; no conformes con el resultado de la justa, los defensores de la implantación de la práctica romana, apelaron a un nuevo juicio: arrojando a la hoguera los libros de oraciones propias de cada uso, prevalecería aquel que no se quemase. Mientras el libro romano ardía, el hispánico salt� del fuego y, según la crúnica, acercándose el rey lo introdujo de nuevo en el fuego de una patada, quemíndose definitivamente. Crúnicas aparte, la supresión del rito y la adopción del nuevo uso no fue uniforme: en el Monasterio de Leyre (Navarra) fue admitido en el año 1067; en San Juan de la Peña (Huesca) "a la hora de sexta del 22 de marzo de 1071"; en el Monasterio de Sahagún (León) a partir de 1079, con la implantación de la regla francesa de Cluny, lo que provocó importantes discrepancias entre los monjes defensores del rito autóctono y los renovadores. En otras regiones españolas hacía siglos que se practicaba el rito romano: a partir del siglo IX en Cataluña, que al ser reconquistada asume la lex romana junto al monacato benedictino. Cuando en el año 1081 un supuesto concilio celebrado en Burgos decide suprimir oficialmente el rito hispánico Toledo seguía ocupada por los sarracenos, convirtiéndose en el último bastión de los deseos unificadores de Carlomagno que pretendía afianzar su poder político mediante la unificación litúrgica. Reconquistada Toledo del poder musulmán en 1085, se planteo el problema de la pervivencia del rito mozárabe. Alfonso VI que, como ya hemos dicho, pretendía abolir el rito autóctono, se encontr� con la oposición de los mozárabes toledanos que habían tenido parte destacada en la reconquista de la ciudad y no estaban dispuestos a renunciar al rito que les había mantenido unidos durante los años de dominación. Por eso, se llegó a una solución de compromiso permitiendo el uso del rito hispano-mozárabe en seis parroquias toledanas: Santas Justa y Rutina, Santa Eulalia, San Sebastián, San Marcos. San Lucas y San Torcuato, situadas dentro y fuera de la capital; aunque no se celebrar�. en la Catedral, cuya sede será presidida por un obispo cluniacense. Estas comunidades cristianas resistentes al rito romano siguieron llamántose mozárabes y celebraron la vieja liturgia hispánica durante varios siglos, hasta finales del siglo XV usando los códices con neumas escritos in campo aperto, Estos códices escritos en notación neumática visigótica, con neumas de trazos ondulados muy finos y cuidados, revelan una notable riqueza semiológica pero no reflejan la altura melédica de manera inequívoca. Al poco tiempo, se perfeccionaba el sistema de Guido d'Arezzo que permitía la fijación gráfica de la melodía de manera exacta, pero las nuevas técnicas sólo se emplearon para escribir y difundir el canto gregoriano. Los desfasados libros de liturgia hispana fueron olvidados en las bibliotecas o desaparecieron para siempre. En la actualidad contamos con algo más de 40 testimonios notados entre códices completos y fragmentos. La determinación con que se impuso el canto gregoriano en la celebración de la misa y el oficio, no es comparable a la de otros ritos que, como el bautismo o las exequias siguieron celebrándose con los formularios tradicionales. Una gran parte de los cantos antiguos de los que conocemos su lÍnea melédica pertenecen al Oficio de Difuntos, gracias a un copista posterior que rasp� y anot� estos cantos en notación diastemática para que fuera reconocido su perfil melódico. El transcurso de los años puso en peligro la pervivencia del rito en las propias parroquias: disminuyeron hasta desaparecer los feligreses de San Sebastión y San Torcuato, los antiguos códices de pergamino eran costosos de rehacer y confusos para los nuevos clérigos... tras años de decadencia, el Cardenal Jiménez de Cisneros promueve, a finales del siglo XV, la revisión de los textos visigóticos, recuperando y legalizando el rito mozárabe. Con dicho propósito, manda construir la capilla del "Corpus Christi" donde los capellanes mozárabes podrán celebrar los diversos actos religiosos para los fieles mozárabes conforme al rito antiguo. Asimismo, publica el Misal Mixto y el Breviario mozárabes (1500 y 1502) elaborados por el canónigo Alonso Ortiz y manda copiar unos grandes cantorales destinados al uso en el facistol para que el coro de capellanes cante las viejas melodías. Los libros citados se completaron con el Liber omnium offerentium, que contiene los cantos y fórmulas musicales del ordinario de la misa muzárabe. Estas músicas fueron tomadas de la tradición y, ciertamente, es muy difícil apreciar alguna semejanza con los cantos copiados en los códices antiguos. Sin embargo, algunos cantos, especialmente los recitativos, conservan rasgos de un estado tonal arcaico y presentan giros melédicos característicos que permiten suponer que pudieran haberse conservado de memoria de un corpus antiguo. En la reedición del cardenal Francisco A. de Lorenzana (1770) no se imprimieron los libros que contenían los cantos. Esta edición del Missale Mixtum y del Breviarium (1775) son las que se han usado ininterrumpidamente en la Capilla Mozárabe de Toledo, donde se podían oír hasta hace muy poco tiempo estos cantos. Javier Ares Ibáñez |