6.
RITO DE LA COMUNIÓN
113. Desde este momento,
la misa hispánica se desenvuelve con mayor independencia
respecto a la de la liturgia galicana. Se dan todavía,
entre ambos ritos, puntos de convergencia de notable
interés. Pero, en conjunto, la elaboración de esa parte
de la misa hispánica es indudablemente más madura;
resulta, hasta en sus mínimos detalles, más coherente y
refinada que la de la liturgia galicana.
114. Si distinguimos los
varios elementos de que se compone, por su específica
función de preceder o acompañar el acto de la Comunión
o de seguir a continuación de dicho acto, veremos que la
máxima atención se prestá a la primera fase: la de
preparar la Eucaristía para ser distribuida y preparar
elánimode los fieles para recibirla.
115. Las más clúsicas
formulaciones de la ep�clesis contemplaban una acción
simult�nea del Espíritu en los dones eucaríticos y en
la asamblea. Su función era la de realizar el
sacramento, destinándolo a la comunidad de los fieles
allí presentes, e incrementando la gracia de la caridad
y la unidad en los fieles, predisponer éos a recibir
el sacramento (Cf. n. 107).
En la estructuración hispánica del rito de la
Comunión, se quiso adoptar un principio análogo. En
este caso, es la solicitud pastoral de la Iglesia la que,
con la fracción y ocasionalmente la conmixtión, prepara
la Eucaristía ya consagrada, para que pueda ser comida y
bebida espiritual de los fieles y, paralelamente, con la
profesión de fe, el Padrenuestro y la bendición, guía
elánimode los fieles a recibir provechosamente el
Cuerpo y la Sangre del Señor.
116. El principio de la
variabilidad se extendió a dos piezas de esta última
parte de la misa: Ad Orationem
Dominicam,
que es una introducción al Padrenuestro, y la Benedictio,
que tiene lugar inmediatamente antes de la Comunión.
La antiquísima admonición Sancta sanctis
queda vinculada, desde el punto de vista redaccional, a
la fórmula fija para la conmixtióne
Dos cantos forman parte del rito de la Comunión: Ad
Confractionem,
breve antífona que corresponde al momento de la
fracción, y Ad accedentes que
acompaña la procesión de los fieles al altar para
comulgar. En época tardía se añadieron una antífona y
una oración de acción de gracias. A esa oración se le
da el nombre común de Completuria.
Dos moniciones sacerdotales preceden a la recitación
comunitaria del Credimus y,
respectivamente, a la introducción al Padrenuestro. Una
monición diaconal invita a los fieles a inclinarse para
recibir la bendición. El embolismo del Padrenuestro y
las dos fórmulas conclusivas de la Benedictio
y de la Completuria acaban
de rellenar la estructura del rito de la Comunión.
117. Las dos tradiciones
hispánicas se distinguen entre sí en el orden de
sucesión del símbolo de la fe y de la fracción (Cf. n.
15).
Tradición A |
Tradición B |
Confractio Credimus
Pater noster
|
Credimus Confractio
Pater noster
|
En la presente edición del Ordinario
de la Misa, se ha preferido la disposición de la
tradición B, que ya había sido adoptada en el Misal de
1500.
a) Profesión de fe
118. El
rito de la Comunión empieza, por lo tanto, con la
admonición sacerdotal Fidem, quam
corde
credimus,
ore
autem
dicamus,
que está inspirada en Rom 10, 9-10. A
continuación, la asamblea proclama la profesión de fe,
en plural, Credimus, según el
texto aprobado por el I Concilio Constantinopolitano.
La liturgia hispánica fue la primera en Occidente en
introducir el símbolo de la fe en la celebración
eucarítica. La disposición fue tomada en el III
Concilio de Toledo (589), en el canon 2, es decir
inmediatamente después del acto de conversión oficial
del Reino de los Visigodos al Catolicismo.
El concilio apela, como precedente, a la costumbre de
las iglesias orientales, sin especificar de qué iglesias
se trata. El mismo canon indica la colocación del
símbolo de la fe antes del Padrenuestro y con la
función precisa de preparar los fieles a la comunión: quo et fides vera manifestum testimonium
habeat,
et ad Christi corpus et sanguinem prœlibandum,
pectora
populorum
fide purificata
accedant.
119. La versión
hispano-latina del símbolo traducía pacíficamente qui ex Patre Fílioque.
La locución Fílioque
fue mal recibida en Oriente, en donde se prefería per Filium.
La cuestión dio lugar a ásperas pol�micas entre las
escuelas teológicas de Oriente y Occidente. Fue en el
ambiente carolingio de fines del siglo VIII, en donde se
decidi�, en sentido anti-orientalista, la inclusión del
Credo con el Fílioque
en la misa del rito romano-franco. Fue colocado al final
de la liturgia de la Palabra. Del rito romano-franco, el
Credo pasó tambión a la misa ambrosiana, que lo coloc�
en el ofertorio, entre el canto Offerenda y la
oración Super
Oblata.
120. En el rito
hispánico, desde su institución, a fines del siglo VI,
el Credimus
figur� siempre entre los elementos ordinarios del rito
de la Comunión. Se dijo, por lo tanto, en todas las
misas. No fue nunca considerado, como sucedió más tarde
en el rito romano, como un signo de solemnidad.
121. La frase del III
Concilio de Toledo (can. 2) symbolum fideliter recitetur ut, priusquam dominica dicatur oratio, voce clara a populo recitetur
no resuelve el problema de la discrepancia entre las dos
tradiciones hispánicas, al colocar el Credimus
antes o después de la fracción del pan. La razón, por
la que el concilio establece que el símbolo sea recitado
antes del Padrenuestro, priusquam dominica dicatur oratio, es
más profunda.
122. En todas las
liturgias, orientales y occidentales, la recitación
solemne del Padrenuestro está claramente relacionada con
el acto de la comunión. Es, sin duda alguna, el elemento
más importante de toda esa parte que prepara a los
fieles a recibir la Eucaristía.
La Iglesia, universalmente, ha concebido esa
proclamación eucarítica de la oración de Cristo, la
que El enseñó a sus discípulos partiendo de su propia
experiencia en la oración, como una previa
configuración espiritual del cristiano con las
aspiraciones del Redentor. después de haberse unido a
Cristo en la oración, el cristiano puede, con mejores
disposiciones, acercarse a recibir su Cuerpo y su Sangre.
123. Al disponer que,
antes de llegar al Padrenuestro, sea recitado el Credimus,
el III Concilio de Toledo demostraba su solicitud para
que la comunidad cristiana se uniese a Cristo, en la
oración y en la comunión sacramental, habiendo
confirmado su fe en la plena divinidad del mismo, Dios
igual al Padre, según la doctrina de la Iglesia
católica.
San Leandro de Sevilla, acérrimo defensor de la
divinidad del Señor Jesucristo, había sido el gran
personaje de aquel sínodo. El mismo concilio constituy�
entonces en España la gran victoria de la fe católica
frente al arrianismo.
b) La Fracción
124. La fracción de los
panes consagrados era, en principio, una operación
práctica y necesaria para poder distribuir la comunión,
en partículas. Pero el gesto de la fracción, en la
celebración cristiana, no podía sustraerse a la serie
de interpretaciones simbólicas que en Él se habían
acumulado.
La fracción había sido unánimemente mencionada en
las cuatro versiones neo-testamentarias de la
Institución: Mt
26, 26; Mc
14, 22; Lc
22, 19 y 1 Cor
11, 24. Entonces Jesús asumía en sí mismo la autoridad
y la función de dispensador de la providencia divina,
que la tradición religiosa hebraica había reservado al
que presidía la cena pascual. Pero el «pan de la
aflicción, que habían comido los padres en el
desierto» se convertía ahora en el cuerpo del mismo
Jesús, que será quebrantado, en la Pasión, para
salvación de los hombres.
Precisamente el gesto de la fracción había servido
para definir, en un primer momento, el nuevo memorial, el
que tenía por objeto al mismo Jesús: la fracción del
pan (He
2, 44. 46).
A muchos de los discípulos aquel gesto evocaba el
prodigio, cuando, mientras Él los romp�a, los panes se
multiplicaban en sus manos (Mt 14, 19; 15, 36; Mc 6, 41;
8, 6; Lc
9, 16). Y para algunos de ellos el mismo gesto había
demostrado una fuerza reveladora: en la fracción del pan
habían reconocido a Jesús resucitado (Lc 24, 30-3 1. 35).
125. San Hilario de
Poitiers, en su interpretación cristológica de los
Salmos, recurrió a veces a los términos corporatio,
nativitas,
passio,
mors,
resurrectio,
gloria
y
regnum.
En el prólogo de su comentario, relacionando Apoc 3, 7 y
5, 1-5,
explica que, gracias a la llave de David, es posible
abrir los siete sellos que cierran el libro del Cordero
inmolado: quia
ipse per
hæc septem signacula, qu de corporalitate
eius,
et nativitate,
et passione, et morte, et resurrectione,
et gloria, et regno...
126. Apringio de Badajoz
(+ 540), en su comentario al libro del Apocalipsis,
recoge la interpretación de san Hilario, y repite la
misma serie de nombres. Y de nuevo, más de un siglo más
tarde, san Ildefonso de Toledo, en su tratado De cognitione baptismi,
enumera la serie de nombres, relacionándolos con los
siete sellos del libro del Apocalipsis.
Tuvo que ser en esa época, a mediados del siglo VII,
cuando se efectuæ la transposición de los siete nombres
al pan consagrado de la Eucaristía y, concretamente, en
el momento de la fracción.
Al asociar el gesto de la fracción con la teoría
patrística de los sellos del libro del Apocalipsis
-Cristo se da a conocer en su vida y en su obra-, se
elegía precisamente, de entre múltiples
interpretaciones simbólicas de origen bíblico, la que
había atribuido a la fracción una virtud reveladora:
Cristo se da a conocer en la fracción del pan.
127. Contribuy�, sin
duda, a dotar el rito de la fracción de esa singular
dimensión simbólica la proximidad del Credimus,
que, en la liturgia hispánica, había sido ya ordenado a
la comunión y en el que, por este mismo motivo, se
ponía le relieve el aspecto cristológico de su
contenido.
El Credimus, en efecto,
enumera también, desde la Encarnación hasta el
Regnum, todas las fases de la obra salvífica
realizada en Cristo.
128. Se reproduc�a, en
la liturgia hispánica, el fenómeno que había dado
lugar, en ámbito universal, al desarrollo del objeto de
la an�mnesis. Tambión entonces, ante el signo de la
inmolación de Cristo, se había llegado a contemplar el
ciclo entero de su misterio: desde la Encarnación hasta
el Advenimiento glorioso.
Tal precedente, dentro de la tradición litúrgica,
pudo confirmar en su decisión a los autores del rito
hispánico, cuando se dispusieron a enriquecer de ese
modo el rito de la fracción.
129. La tradición B
amplió la serie de los siete nombres, elevándolos a
nueve: entre nativitas
y passio,
incluy� circumcisio y apparitio,
títulos de dos solemnidades del Señor. La experiencia
del año litúrgico había ejercido tambión su influjo
en el desarrollo de la an�mnesis (Cf. n. 98).
El ciclo anual de las celebraciones de la Iglesia era
ya plenamente reconocido como el medio habitual,
sumamente eficaz, destinado a actuar progresivamente en
el pueblo de Dios aquel poder revelador de Cristo en sus
misterios que, por razones históricas particulares, fue
tambión atribuido, en la misa hispánica, al rito de la
fracción.
130. Existe sólo un
pequeño repertorio de cantos Ad Confractionem.
El único que la tradición asigna específicamente a un
período determinado del año litúrgico es el del tiempo
pascual: Vicit Leo
de
tribu
Iuda,
radix
David,
alleluia.
La elección de ese pasaje (Apoc 5, 5) está
seguramente relacionada con el símbolo de los siete
sellos del Cordero.
c) El Padrenuestro
131. La solemne
recitación del Padrenuestro queda encuadrada en medio de
otros elementos: a)
la exhortación Oremus (Cf. n. 46); b) el texto
variable Ad Orationem
Dominicam;
c) el
embolismo Liberati a
malo.
El texto Ad Orationem
Dominicam,
compuesto sobre argumentos de la fiesta o del tiempo
litúrgico, no lleva fórmula de conclusión. Sus
últimas palabras, que a menudo son proclamaverimus e terris,
introducen directamente la primera petición Pater
noster
qui
es
in
cœlis.
A cada una de las ocho peticiones del Padrenuestro,
recitadas por el celebrante, todos los demás responden
Amén.
132. Como en los demás
ritos occidentales, el embolismo Liberati a
malo
se desenvuelve a partir de la última petición del
Padrenuestro. En Él se intercede por los que sufren, los
cautivos, los enfermos y los difuntos.
Una particularidad exclusiva del embolismo hispánico,
que lo convierte en una adhesión a la plegaria de
cuantos en el pasado o el presente invocaron o en el
futuro invocar�. al Padre con la oración de Jesús: et
exaudi,
Deus,
orationes
servorum
tuorum,
omnium
fidelium
christianorum,
in
hac
die
et
in
omni
tempore.
d) Sancta sanctis - Conmixtión
133. El Sancta
sanctis
y el rito de la conmixtión parecen haber sido
incorporados en la misa hispánica sin que se hubiese
efectuado, en el ámbito hispano-mozárabe, un esfuerzo
de asimilación o interpretación particular.
La conmixtión pudo justificarse como acto
preparatorio de la comunión en los ritos orientales, en
los que todavía hoy, con una cucharita, se distribuye a
los fieles la Eucaristía, bajo ambas especies, habiendo
inmergido previamente el pan consagrado en el cáliz.
Sin embargo, junto a esa praxis, ha existido siempre
la costumbre de distribuir distintamente el pan
consagrado y el sagrado cáliz. Los grandes cálices
ministeriales de época mozárabe que se han conservado
en España, la dignidad de ministro del cáliz que
atribuyen al diácono algunos textos hispánicos de la
misa y la doble fórmula que se ha conservado en alguno
de los manuscritos del liber ordinum, que es la
que figura en el Ordinario de la Misa de la presente
edición, indicarían que la Eucaristía era distribuida
a los fieles, distintamente, bajo las especies del pan y
del vino (Cf. n. 139).
134. Una alusión a la
conmixtión, la hallamos ya en el can. 18 del IV Concilio
de Toledo (Cf. n. 137). Sin embargo, debe considerarse un
error haber enlazado la conmixtión al Sancta
sanctis,
gesto clásico de la tradición universal, con el que se
intentaba suscitar en los fieles una profunda aspiración
a la santidad, que les hiciera más dignos de acercarse a
la Eucaristía.
e) La Bendición
135. El último acto de
preparación a la comunión lo constituye la Benedictio,
el último de los textos variables de la misa. A la
bendición sacerdotal precede una monición del diácono
que invita a los fieles a inclinarse: Humiliate
vos
ad
benedictionem.
136. La bendición
hispánica, en la misa, en el oficio y tambión en el
ritual de los demás sacramentos, consta de tres versos,
cada uno de ellos compuesto de dos incisos, a los que
cada vez se responde Amén. El texto de la bendición
está dirigido al pueblo, en segunda persona. Sigue una
fórmula de conclusión, que se refiere a Dios, en
tercera persona.
San Isidoro, en su De Ecclesiasticis Officiis 1,
XVII, justifica esa estructura de la bendición
hispánica, fun dándose en la prescripción del libro de
los Núm
6,24.
137. El canon 18 del IV
Concilio de Toledo (633) establecía claramente el lugar
de la bendición: no después, sino antes de la
comunión: post
orationem
dominicam,
et coniunctionem
panis
et calicis, benedictio in populo sequatur, et tunc demum corporis et sanguinis Domini sacramentum
sumatur.
Un precedente de la bendición antes de la comunión
puede hallarse en la misa de las Constituciones
Apostólicas.
Al dar a la bendición el caráter de preparación a
la comunión, se excluye la posibilidad de otra
bendición al final de la misa. Se entiende que, al
concluir la celebración, la mayor bendición que los
fieles pueden llevarse consigo es la Eucaristía que han
recibido.
f) La Comunión
138. El canto que acompaña la
comunión es designado con el título de Ad
accedentes.
Este título describe, por una parte, la procesión de
los fieles que se acercan al altar y por otra, el
significado espiritual que a ese momento atribuía
versæculo 6 del Salmo
33: Accedite
ad eum et illuminamini.
Con un título análogo al de Ad accedentes,
el rito ambrosiano llama al canto de comunión Transitorium.
En cambio, el rito galicano le da el nombre de Trecanum,
refiriéndose probablemente al número 33 del Salmo. De
hecho, el Salmo
33, Benedicam
Dominum
in omni tempore,
fue, en la tradición litúrgica universal el más
antiguo cántico de comunión. El canto común Ad
accedentes
lleva la antífona Gustate et videte quam suavis
est Dominus y está compuesto con otros
versæculos del mismo Salmo 33.
Existe, en el repertorio musical hispánico, un cierto
número de cantos Ad accedentes
propios de las solemnidades o tiempos litúrgicos. Son
especialmente característicos los de la Cuaresma,
compuestos con palabras de Cristo, extraídas del
Evangelio.
139. El sacerdote
distribuye el pan consagrado a los fieles, diciendo a
cada uno de los comulgantes: Corpus Christi
sit
salvatio
tua.
El diácono administra cáliz, diciendo: Sanguis
Christi
maneat
tecum
redemptio
vera.
g) Acción de gracias y despedida
140. Una vez terminada la
distribución de la Eucaristía, se canta una de las dos
antífonas Refecti Christi
corpore
o bien Repletum est
gaudio.
Sigue a continuación una oración de acción de gracias
an�loga a la poscomunión romana, que lleva el nombre de
Completuria.
El término Completuria fue
creado para el oficio catedral hispánico. El oficio
matutino y a veces tambión el de Vísperas se
caracterizan por la pluralidad del elemento eucológico:
comprenden varias oraciones de géneros distintos. A la
oración conclusiva, que en el oficio es el texto
principal, se le da el nombre de Completuria.
Por analogía del oficio, tambión en el liber ordinum se
da el nombre de Completuria a la
última oración, que es generalmente el texto principal.
Por ser numéricamente la última de las oraciones de
la misa, se dio asimismo el nombre de Completuria
a la oración de acción de gracias. Pero éste es, en
realidad, un texto poco representativo de la eucología
hispánica. Su repertorio es todavía más escaso que el
de las oraciones Post Gloriam.
141. La celebración
termina con el saludo sacerdotal Dominus
sit semper vobiscum
y la despedida del diácono Sollemnia completa
sunt.
In
nomine
Domini
nostri
Iesu
Christi
votum
nostrum
sit
acceptum
cum
pace.
142. Reproducimos a
continuación la estructura de la misa hispánica de un
modo esquemático:
I. RITOS INICIALES
canto PR�LEGENDUM |
(26-27) |
himno Gloria
in excelsis |
(28-29) |
Trisagio |
(30) |
oración Post
Gloriam |
(31-32) |
Esta parte introductoria se
omite los domingos de Cuaresma y en todas las
misas feriales del año. |
(33) |
II. LITURGIA DE LA
PALABRA
Dominus
sit semper
vobiscum |
(33) |
lectura PROPHETIA |
(34) |
Durante la Cuaresma, en lugar de
la prophetia,
se leen una lectura sapiencial y una lectura de
los libros históricos del Antiguo Testamento. |
(34) |
canto PSALLENDUM |
(35) |
Los miércoles y viernes de
Cuaresma, en vez del psallendum,
se cantan los Threni. |
(36) |
En las solemnidades de los
mártires, después del psallendum,
se puede añadir la última parte de las actas
del martirio. Se cantan entonces las Benedictiones. |
(37) |
lectura APOSTOLUS |
(34) |
lectura EVANGELIUM |
(34) |
Homilía |
(38) |
canto LAUDES |
(38) |
III. OFERTORIO
canto SACRIFICIUM |
(39-41) |
colocación del pan y del vino
sobre el altar |
(39) |
IV. INTERCESIONES
SOLEMNES
ORATIO ADMONITIONIS
|
(42-44) |
Fórmula de conclusión |
(45) |
Oremus |
(46) |
aclamación Hagios,
hagios, hagios... |
(46) |
dípticos |
(46-51) |
díptico por la Iglesia |
(51) |
oración ALIA |
(52) |
fórmula de enlace |
(53) |
oración POST
NOMINA |
(54) |
fórmula de conclusión |
(54) |
V. SIGNO DE LA PAZ
oración AD PACEM |
(55) |
fórmula de enlace |
(55) |
Gratia Dei Patris |
(55) |
canto AD
PACEM |
(55) |
VI. PLEGARIA
EUCARÍSTICA
di�logo |
(66-68) |
ILLATIO |
(65-70) |
Sanctus |
(68.71-73) |
oración POST
SANCTUS |
(74-75. 82-84) |
Relato de la Institución |
(76-95) |
aclamación Sic
Credimus |
(94) |
oración POST
PRIDIE |
(98-108) |
doxología |
(109-112) |
VII. RITO DE LA
COMUNIÓN
Fidem quam corde |
(118) |
Credimus |
(118-123) |
fracción |
(124-129) |
canto AD
CONFRACTIONEM |
(130) |
Oremus |
(131) |
AD
ORATIONEM DOMINICAM |
(131) |
Paternoster |
(131) |
Liberati
a malo |
(132) |
Sancta
sanctis |
(133-134) |
conmixtión |
(133-134) |
Humiliate
vos |
(135) |
BENEDICTIO |
(135-137) |
fórmula de conclusión |
(136) |
canto AD
ACCEDENTES |
(138) |
comunión |
(139) |
canto post
communionem |
(140) |
oración COMPLETURIA |
(140) |
DESPEDIDA |
Dominus sit
semper vobiscum |
(141) |
Sollemnia completa sunt |
(141) |
|