TEXTOS LITÚRGICOS
RITO HISPANO-MOZÁRABE
Pasionario |
PASIONARIO HISPÁNICO (*) VER�SIMO, M�XIMA Y JULIA Pasión de los santos martires de Cristo Verísimo, M�xima y Julia, que sufrieron martirio en la ciudad de Lisboa el día uno de Octubre 1. 2. En aquellos tiempos, mientras por todas las provincias pertenecientes al imperio romano se desataba la persecución por orden de los principes paganos y no quedaba en cada ciudad un rincón, en el que el culto de los ídolos no tratara de borrar el entusiasmo por la religión verdadera, en la ciudad de Lisboa, que la tradición recuerda y dice que fue fundada por Ulises 2 en el litoral del océano, la persecución del gobernador pagano de entonces consagr� a Cristo Nuestro Señor a tres mártires. 3. Habiendo recibido órdenes de los emperadores 3, para que con diversos tormentos dieran muerte a los que se negaran a hacer sacrificios a los ídolos, el malvado ejecutor de la cruel orden oblig� por medio de sus sayones a los habitantes de dicha ciudad a presentarse a la ceremonia, que de acuerdo con el rito de los paganos con el paso del tiempo era ya inminente, amenazando con castigos a los que se opusieran y prometiendo premios a los que la aceptaran. 4. Y en medio de los demás, a los que los halagos de los bienes mundanos habían atraído engañosamente a ofrecer incienso en los altares de los dioses, siendo detenidos Verísimo, M�xima y Julia, que eran distintos en el sexo, pero iguales en virtud de alma, confesaron ser cristianos, creer en Cristo y no estar dispuestos a apartarse de su fe. Al oír su testimonio el gobernador ordenó que se dispusiera el tribunal 4, que entraran los lictores, que fueran atados los mártires y se les azotara, se les hundieran los garfios y se prepararan las cuerdas de los potros de tortura. 5. Pero nada de esto amedrentó a los siervos de Dios, al amenazarlos, o los venci�, al aplicarlo. En medio de los tormentos corporales se acrecentaba el valor de sus almas y la fe puesta en Dios tendía hacia la felicidad prometida por entre las múltiples y sucesivas etapas de las torturas. Se enardecía la cólera del perseguidor al ver la fe de los mártires en medio de los tormentos por Él ideados, y su pensamiento entregado al Diablo discurría por todo tipo de argucias; pero la astucia del inmundo enemigo no podía vencer en el combate a los que la pasión de Cristo animaba secretamente hacia la corona del premio celestial. 6. La espada pone fin a los tormentos del martirio, de modo que confesando a Cristo con sus voces, que el castigo no puede cambiar, su espíritu entre libre en el Cielo. Ni siquiera así se sació la crueldad del brutal juez. Pues dej� sus cadáveres sin enterrar y ordenó que cargados de piedras pesadas fueran desgarrados en el arrastre y que los tiraran al mar, para que el ejemplo de su martirio y de su fe no llegara al conocimiento de la posteridad gracias al testimonio de la sepultura construida; pero los cuerpos venerables llegaron al litoral, antes de que llegaran los mensajeros 5. El pueblo fiel, sobrecogido por la novedad del hecho, movido en su fe por la valentía unánime para el martirio, acudió gozoso a recoger los santos cuerpos y a llevarlos con la mayor veneración y reverencia al lugar del enterramiento; y a ningún cristiano le retuvo o la ocupación de sus asuntos o lo apart� el sexo o los pocos años le pusieron trabas para apartarse y faltar al deber. Nosotros, siguiendo el ejemplo de ese pueblo, celebramos hoy estas festividades anuales en honor de los mártires, para que su intercesión nos ayude. Y no debemos considerar muertos a los que sabemos que han llegado al trono celestial 6. 7. Por nuestro Señor Jesucristo, que tiene el honor y la gloria, la fuerza y el poder por los siglos de los siglos. Amén. *. Riesco Checa, Pilar, Pasionario Hispánico. Ed. Universidad de Sevilla. Sevilla, 1995, pp 265 y 267. 1 Para Fábrega (P.H.
I,
p. 217) esta pasión se compondría a mediados del siglo X. Todos los
testimonios sobre estos santos remontan al siglo IX a lo sumo. |