TEXTOS LITÚRGICOS

RITO HISPANO-MOZÁRABE

Pasionario

 

PASIONARIO HISPÁNICO (*)

FACUNDO Y PRIMITIVO

Pasión de los santos Facundo y Primitivo, que sufrieron martirio en el lugar denominado Cea junto al camino bajo el gobierno de ático y Pretestato, el día veintisiete de Noviembre 1.
R/. Gracias a Dios.

2. En aquellos tiempos mientras el loco furor idólatra de los emperadores sacudía a todo el universo y una ininterrumpida persecución forzaba a todos los cristianos al culto sacrílego de los ídolos, de repente por orden de los propios emperadores vino, según se cuenta, a los territorios de Galicia un juez pagano, crudelísimo, adorador de ídolos, que desempeñaba el cargo de gobernador, de nombre ático. Habiendo entrado en una ciudad y habiendo sometido a sus órdenes a toda la región, mandí anunciar por la voz del pregonero que todos en un día señalado se congregaran en un lugar para hacer un sacrificio. Además había dado la orden en estos términos: que todo el que hiciera un sacrificio fuese enriquecido con grandes recompensas; en cambio, el que fuese hallado cristiano y se negara a hacer sacrificios, fuera castigado con distintas clases de tormentos.

3. Al oír el pueblo una orden tan desmedida, se reunieron a la orilla del río llamado Cea junto al camino 2, en el lugar donde había sido colocada la imagen del ídolo, esperando al gobernador para obedecer ante su presencia a las órdenes del emperador. Él, llegando con aquel perverso ceremonial, tom� incienso y lo ofreció al ídolo, y dándose golpes de pecho y con la cabeza inclinada hacia abajo ador� a lo que era perdición de su alma. Y levantándose después de cerca de una hora dijo al pueblo: «Acercaos todos y haced, como me habéis visto a mí». Entonces el pueblo, sin saber qué debía adorar, se acercó y ador� la imagen de los ídolos.

4. Había no lejos de allá dos hombres temerosos de Dios, habitantes de la misma provincia, muy cristianos, que confesaban a Cristo. Sus nombres eran Facundo y Primitivo. Y llegó un sacerdote de los paganos y comunicó al gobernador: «Oh tú, el más ilustre de los hombres y gobernador de toda la provincia, he aquí que, mientras toda esta multitud obedece a tus órdenes y rinde culto y veneración a los dioses inmortales, dos seguidores de Aquél, que se llama Cristo, te menosprecian y a causa de su predicación la mayor parte del pueblo, despreciándote, se inclina al arte de la magia y a la secta de aquíllos, hasta el punto de que llaman demonios a nuestros dioses y condenan nuestras fiestas como sacr�legas. Sin duda es necesario cumplir las órdenes de los emperadores en todas partes y principalmente en este lugar a donde has llegado como juez tú, hombre de tanta valía y tan noble». Entonces el gobernador montando en cólera mandí a sus soldados que los trajeran a rastras atados con cadenas ante Él. Ellos cumplieron la orden en menos tiempo de lo que se tarda en decirlo.

5. Habiéndosele comunicado que los reos estaban allá, ordenó que fuesen presentados ante Él y les dijo: «¿De dónde sois?». Facundo y Primitivo contestaron: «Somos habitantes de esta región». El juez preguntó: «¿Qué religión tenéis?». Ambos respondieron: «Somos cristianos, proclamamos a Cristo Dios, que hizo el cielo y la tierra y el mar y todo lo que contienen� 3. El juez interrogó: «No habéis oído las órdenes de mis Señores los emperadores, en las que mandan que todos los que se declaren cristianos reciban castigo?». Los santos respondieron: «Hemos oído esa locura y esa blasfemia diabólica, pero nosotros, que creemos en Dios, nos burlamos de ello y en manera alguna lo tememos».

6. El juez replicó: «Sabed que he recibido una carta de mis emperadores, en la que ordenan que todos los cristianos hagan sacrificios y que, quien se niegue a sacrificar, sea atormentado con horribles torturas. Así que, Facundo y Primitivo, haced sacrificios a los dioses inmortales, para que no corran peligro vuestras vidas». Facundo y Primitivo dijeron: Nosotros, juez, ofrecemos cada día un sacrificio a nuestro gran Rey, el Señor Jesucristo, eterno Dios. Por eso no tememos a un rey mortal, porque su reino no es duradero. En cambio, el Reino de nuestro Señor Jesucristo no tendr� fin, sino que perdurar� eternamente y todo el que perseverare en su fe tendr� la vida eterna� 4.

7. El gobernador ático repuso: «Facundo y Primitivo, �no sabéis que ahora sois siervos de nuestro reino?. Ambos respondieron .Hasta ahora �ramos soldados en el campamento de vuestro rey 5, pero en nuestro corazón confes�bamos a Dios Nuestro Señor y en lo profundo de nuestra conciencia manteníamos la fe sólo en Dios. Por eso no nos vencer� el Diablo a nosotros, siervos de Cristo, ni podr� apartarnos de nuestro santo propósito». Contestó el juez: «¿Cu�n digna de castigo es vuestra declaración! «No sabéis, desdichados, que tengo poder para quitaros la vida y de igual modo para salvaros?» Respondieron ambos: «No es verdad. Sólo puedes matar nuestra carne; sobre nuestras almas no tienes potestad, sino sólo Dios que puede liberarnos de tus manos y destruir vuestro reino impío. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos» 6.

8. El gobernador ático dijo: «En vuestra elocuencia veo que tenéis mucha sabiduría. No os despreci�is, por tanto, a vosotros mismos de este modo, sino prestad oído a mis acertadísimos consejos y ofreced sacrificios a los dioses omnipotentes con más sabiduría que los demás�. Respondieron ambos: «Esta sabiduría no procede de nosotros, sino de Dios. Por ello, si tú deseas esta misma sabiduría, no nos acuses tan neciamente que nos obligues a inclinar la cerviz ante ídolos, cosa que sabes que en modo alguno vamos a hacer�. El juez contestó: �Oíd mi consejo. Abandonad tan peligrosa obstinación. Haced sacrificios a los dioses y libraos de muchas torturas». Ambos respondieron: Lo que nos amenazas nos parece una tribulación pasajera. Por eso hemos prometido sufrir de buen grado tus torturas. Sabemos que, a cambio de estos sufrimientos, Dios nos prepara la recompensa de la vida eterna. Pues cuanto mayores torturas sufrimos aquí, más nos conforta Dios. Muy deseable nos resulta sufrir por nuestro Dios y padecer tormento por dar testimonio de Él, pues ello es prueba de que nos encaminamos a la vida eterna».

9. El juez preguntó: «Sois lectores o diáconos? Porque por vuestras palabras y porte os mostr�is como sacerdotes de los cristianos». Pero ellos le respondieron: En verdad no merecemos nosotros tal gracia, pero la bondad de nuestro Señor Jesucristo nos ha llevado a esto. Él es quien da la sabiduría a los rectos de corazón y llena los corazones de los piadosos de la verdadera ciencia, para que crean en su Dios y produzcan frutos de vida eterna 7; porque, así como, cuando el labriego que trabaja bien la tierra y siembra la simiente, si Dios le concede la lluvia, la cosecha grana y se convierte en mies y en el tiempo debido produce frutos abundantes y ricos, así también el Señor a aquellos que siembran en la tristeza de este mundo lágrimas por Cristo, les conceder� una sabiduría tan perfecta que no sentirán ni temerán las amenazas de las tempestades, que se ciernen sobre ellos. Y los proteger� de tal manera que, vencido el Enemigo, permanecerán con Él en el Reino de los Cielos. En este mundo los planta como brotes de olivo y los convierte en una vid fruct�fera, cuyos racimos ahora son vendimiados por vosotros y por vuestros semejantes y son pisoteados por vuestros pies, pero en la vida futura, en el banquete de la mesa celestial se ofrecerá a Dios y a sus ángeles la bebida preciosa de su sangre. Así, ahora es el tiempo de que nosotros seamos vendimiados como racimos y de que seamos pisados por los pies de los perseguidores y por los torbellinos de las pasiones para que, cuando saboreemos la muerte temporal e inevitable para todos, se celebre en los cielos un banquete, en el que nuestro Señor Jesucristo se alegre de cosechar el fruto de su obra».

10. El gobernador ático preguntó: «Entonces �prefer�s morir antes que vivir?. Ambos respondieron: Esto no es la muerte, sino que se tendr� por vida eterna, si sufrimos con constancia tus torturas». El juez dijo: «¿Así que est�is decididos a seguir la secta de Aquél, que se llama Cristo, y os disponéis a perseverar en su fe?. Respondieron ambos: «Estate seguro de esto: que nuestro pensamiento, en donde comenz�, con la ayuda de Dios, allá mismo terminar�.

11. Entonces el juez, airado, mandí atormentarlos y quebrarles los dedos y retorcerles las piernas en la plectoria, diciendo: atormentadlos con torturas, hasta que reciban la muerte estos seductores de mi pueblo». Los santos dijeron al unísono: damos gracias al Señor nuestro Dios, porque ha llegado nuestra prueba, por la que podamos acercamos a nuestro Señor Jesucristo». Entonces dio orden de que fuesen encarcelados.

12. Mientras estaban en la cárcel, les ofreció de los manjares que estaba comiendo, diciendo: «Quizá con halagos accedan, si con tormentos no se asustan». Entonces los santos soplando sobre la comida que se les ofrecía, la desprecian y rehúsan comerla. Se dio al gobernador la noticia de que ellos no se habían dignado aceptar los alimentos que les había enviado, e impulsado por furiosa cólera mandí que se los trajeran y les dijo: «¿Por qué habéis despreciado recibir mi comida? Los santos mártires respondieron: «Como es una ofensa y se nos presenta sin razón, por eso no queremos tomarla ni comerla, para no pasar hambre para siempre».

13. El juez, violentamente encolerizado, dio la orden de quemarlos en un horno de fuego. Metidos allá permanecieron ilesos, porque un ángel los protegía, de forma que los hallaron sanos y salvos después de tres días, y puesto que sin cesar dirigían plegarias al Señor, no se atrevi� ni siquiera el humo a tocar sus miembros consagrados ya a Dios. Viéndolos el juez salir ilesos del fuego les dijo: «Sí que habéis aprendido el arte de la magia. Ahora se verá si pod�is escapar�. Y ordenó que un brujo les diera un alimento envenenado. Los santos dijeron a la par: «Aunque no debemos comer de esto, sin embargo, para mostrarte que podemos desvanecer todos tus sortilegios en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, lo vamos a tomar y a comer�. Lo tomaron, oraron y haciendo la señal de la cruz en sus frentes lo comieron sin sufrir mal alguno.

14. Entonces el brujo les ofreció otros venenos peores diciéndoles: «Tomad ahora y comed y, si no sent�s ningún mal, yo abandonará todos mis sortilegios y creer� en vuestro Dios». Entonces los santos mártires lo comieron y no les hizo ningún daño. El brujo viéndolo se ech� a sus pies y exclamó: «Orad por mí al Señor, siervos de Dios, porque habéis vencido todas mis malas artes y habéis salvado vuestras almas para vivir eternamente». Y añadió: «Del mismo modo que el Enemigo queda confundido y el justo es protegido 8 así con vuestro poder habéis vencido todo el arte mágico y habéis transformado mi mente, de manera que sin vacilación me convierto a Dios y a su gracia». Al momento el brujo hizo quemar en fuego todos sus códices e inform� al juez de lo que había sucedido. Y volviendo se uni� a los santos. Entonces los santos mártires le enseñaron en el nombre de nuestro Señor Jesucristo toda la verdad 9.

15. Vino, pues, el gobernador y les dijo: «¿Por qué se mantiene en vosotros una maldad tan obstinada? Sed de una vez sensatos y haced sacrificios a los dioses». Los santos mártires respondieron: «Seremos siempre sensatos, si permanecemos fieles a nuestro Señor Jesucristo y a sus preceptos». El juez respondió: «Ahora os comport�is neciamente, empeñándoos en seguir decididamente las huellas de un crucificado». Los santos mártires dijeron: «La necedad de este mundo la eligió Dios para dejar vacía tu sabiduría» 10. El juez preguntó: «¿D�nde est� escrito eso que dec�s?». San Primitivo respondió: «El apóstol Pablo nos lo ha enseñado». El juez replicó: «Entonces, «Pablo es Dios?». Le contest� San Primitivo: «Pablo no es Dios, sino un apóstol de Dios que, como un sabio arquitecto, puso el cimiento y edificó la iglesia de Dios sobre la base, que es Cristo, con la predicación y evangelización de los pueblos. Porque había recibido la sabiduría de Dios y tuvo la plenitud de las Escrituras y enseña el camino a los que quieren salvarse».

16. El gobernador repuso: «Desgraciado, pon fin a tu necedad y haz sacrificios a los dioses». San Facundo respondió: «Todos los sabios buscan mayor sabiduría para hacerse más sabios. Seremos unos necios, si te escuchamos, como aquellos que te oyeron y asintieron a tu error. Se ve que son tan insensatos que no reconocen a Dios, del mismo modo que el Padre de ellos, que se llama Diablo, que desde el principio no conoció la verdad. Como Él es mentiroso, así también son mentirosos ellos y ciegos de corazón, pues no tienen sabiduría ni fe».

17. Entonces el juez, llevado por una rabia loca, mandí que les arrancasen del cuerpo los nervios con garfios, para que muriesen más rápidamente. Hecho esto, dijeron los santos mártires: «No nos alcanza el dolor de todas estas torturas, sino que, como desaparece el dolor, cuando se saca una espina del pie y uno se recupera, así nos resultan muy leves estos tormentos que nos aplicas. Estamos muy fortalecidos en nuestro ánimo por la fe de Cristo Dios omnipotente». Mandó entonces el juez que derramaran sobre ellos aceite hirviendo. Hecho esto, dijeron los santos mártires: El aceite hirviendo ha resultado para nosotros como cuando el sediento en el calor bebe agua fresca y todo su ardor se refresca. De la misma manera el Señor nos reconforta». Ordenó además el malvado juez que se aplicaran a los costados de los santos teas encendidas. Mientras esto suced�a, los santos mártires, a pesar de estar en medio de las llamas del suplicio y colgados, ni se quemaban con el fuego, ni se cansaban de la posición, sino que más bien se confortaban mutuamente gozosos en Dios.

18. El juez, ministro del Diablo, viendo tanta fortaleza dijo: «Merecedores de castigo, abandonad la locura que domina vuestras mentes y ofreced sacrificios a los dioses, porque estoy avergonzado de reprenderos tantas veces. Actuad de acuerdo con mi voluntad, incluso aunque sea tarden. Los santos mártires dijeron: «No permita Dios vivo que cumplamos tu voluntad, sino que cumplamos la voluntad de Aquél por cuyo amor nos ofrecemos a nosotros mismos como sacrificio sin mancha. Pues tu voluntad, condenado, es enemiga de la justicia y amiga de la muerte. En cambio, la voluntad de nuestro Dios creemos que es la vida eterna e incomparable».

19. Enfurecido con mayor violencia, el juez dio orden de que les echaran en la garganta cal viva mezclada con vinagre y con hiel. Los santos mártires, confiando en el Señor, tomíndolo lo bebieron y dijeron: ¿Por nuestro Señor Jesucristo el vinagre y la cal es para nosotros como un panal de miel� 11. El rostro de los santos estaba alegre y hermoso. De nuevo dijeron al juez: «¿Ves, desgraciado, que de nada te sirve tu maldad?. Entonces el malvado juez, viendo que ellos le insultaban con insistencia, mandí que les sacaran los ojos diciendo: «Que les arranquen los ojos, ante cuya vista soy confundido». Hecho esto, dijeron los santos mártires: «Aunque has mandado arrancar los ojos de nuestra carne, sin embargo, con los ojos interiores de nuestra alma vemos más, como dice el Apóstol: "Si el hombre exterior desfallece, el interior se renueva", y por esto, cuando los ojos del corazón se iluminan, no se necesitan los del cuerpo, porque el alma limpia ve la luz verdadera» 12.

20. El juez dijo: Mirad por vuestra salvación, infelices, no sea que se desaten contra vosotros nuevos tormentos». Los santos Facundo y Primitivo dijeron: Damos gracias a nuestro Señor Jesucristo, que nos conforta. Tú, por tu parte, cast�ganos como quieras. No tengas consideración con nosotros. Estamos dispuestos a sufrir todos tus castigos por el Señor nuestro Dios». Mandó entonces el gobernador que fuesen colgados cabeza abajo y dijo: «Quizá vencer� así su terquedad�. Tan pronto como fueron colgados, comenzó a gotear sangre de sus narices hasta la tierra. Entonces los soldados los dejaron y se marcharon a dar aviso al gobernador, como si estuvieran muertos. Ordenó éste que permanecieran colgados así tres días. A los tres días, creyéndolos muertos para enterrarlos, los hallaron vivos y meditando la palabra de Dios y tan radiantes y con sus miembros tan restablecidos y sanos, como si no hubiesen sufrido mal alguno. Entonces los soldados, estupefactos, comenzaron a mirarse unos a otros maravillados. No obstante, ninguno se atrevió a hablarles. Los santos mártires dijeron: «He aquí que nuestro Señor Jesucristo, por cuya divinidad sufrimos todo esto y ahora estamos colgados, nos ha enviado a su ángel 13, que nos ha iluminado y nos ha salvado».

21. Entonces los soldados regresando anunciaron al gobernador qué les había sucedido. De nuevo les ordenó el malvado juez que desollaran vivos a los santos de Dios Facundo y Primitivo. Los mártires dijeron: «Incrédulo y apartado de Cristo, �no sabes que ordenaste que nos arrancaran los ojos y Dios nos los ha devuelto? y zahora te dispones a arrancar la piel de nuestra carne? Esto s� puedes hacerlo, pero nuestra mente no puedes cambiarla. Est�s vencido, enemigo, porque con tus tormentos no has podido conseguir ninguna victoria. Nos metiste en un horno de fuego y Dios Nuestro Señor, que liberó a los tres jóvenes Ananías, Azarías y Misahel del llameante fuego 14, Él mismo también nos ha salvado de tus maquinaciones a nosotros, siervos suyos».

22. Uno del pueblo pagano, cuyo corazón estaba ya en el Señor, aseguraba: «Veo dos coronas bajando del cielo y a dos ángeles sosteniéndolas y esperando a estos justos para llevarlos consigo coronados al cielo». Y añad�a: «Feliz en verdad el que espera el Reino de Cristo para tener parte con estos santos mártires». Al oír esto el juez mandí decapitar a los santos diciendo: «Que sean cortadas esas cabezas que, según dicen, est�n coronadas». Los santos mártires oraron: «Damos gracias a Dios Nuestro Señor, que nos ha dado la virtud de la constancia y del mantenimiento en la integridad, para que despreciemos las cosas temporales y recibamos las que son eternas». Entonces, mientras oraban, los soldados les cortaron las cabezas y al punto salió de sus cuellos leche y sangre. Todos los que estaban presentes, al contemplarlo, quedaron maravillados. Muchos de ellos viendo lo que había sucedido se alegraron y se convirtieron creyendo en el Señor Jesucristo, que coron� a sus mártires por un triunfo tal y tan grande 15.

23. A Él junto con el Padre y el Espíritu Santo el honor la virtud, la gloria, el imperio y la potestad por los siglos de los siglos. Amén.


*. Riesco Checa, Pilar, Pasionario Hispánico. Ed. Universidad de Sevilla. Sevilla, 1995, pp 21-39.

1 Se compondría este texto hacia el segundo cuarto del siglo X después de la consagración de la nueva basílica de Sahagún. (Cf. G. Rodríguez, El culto de los Santos, p. 245).
Según el Leccionario Legionense sufrieron martirio sub Marco et Antonino imperatoribus, Attico et Praetextato consulibus. El consulado de ático y Pretextato fue en el 242, siendo emperador Marco Antonio Gordiano III (238-244). La datación del martirio es problema complejo (cf. J.M. Fern�ndez Cat�n, «Datos para la historia del martirio y del culto de las reliquias de los mártires leoneses Facundo y Primitivo», Bivium, 1983, p. 67-80).
2. El lugar del martirio sería la ribera del río Cea que baja de los montes de Asturias, donde se halla la ciudad de Sahagún.
Según un texto del Antifonario Mozárabe de León los cuerpos de S. Facundo y S. Primitivo se veneraban en el monasterio Celense (Antiph. Legion. ed. de los PP. de Silos, p. XL). En época visigoda Sahagún se llam� monasterio Celense y más tarde Ceiense (cf. J. P�rez de Urbel, Los monjes españoles en la Edad Media, Madrid 1945, I, p. 515).
3. Ps. 145,6.
4. Mat. 24,13.
5. Documentos tardíos hicieron de estos mártires dos soldados, hijos de San Marcelo. Así el Breviario de Sahagún señala que el centurión Marcelo, ciudadano de León tuvo doce hijos de su mujer Sta. Nonia, entre éos, Facundo y Primitivo. En el Breviario de «vora aparecen como hermanos.
6. I Petr. 5,11.
7. Cf. Rom. 7,4.
8. Cf. Ps. 30,15.
9. Cf. Luc. 20,21.
10. I Cor. 1-27.
11. El texto no ofrece garantías de veracidad. El autor, conocedor de la literatura hagiográfica, compone un relato en el que se entretejen todos los tormentos imaginables con grandes influencias de las pasiones de S. Justo y Pastor; S. Emeterio y Celedonio y S. Vicente. (Cf. Fábrega, P.H.I, p.65).
12. Cf. II Cor. 4,16.
13. Cf. Dan. 6,22.
14. Cf. Dan. 3,6.
15. El culto a estos santos se propagó lejos del lugar del martirio como lo demuestra la consagración de la basílica de Acci en el año 652. (Cf. J. Vives, Inscripciones cristianas de la España Romana y Visigoda, Barcelona 1969, nº 307).

 

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