TEXTOS LITÚRGICOS
RITO HISPANO-MOZÁRABE
Pasionario |
PASIONARIO HISPÁNICO (*) LEOCADIA Martirio
1
de la
santa y beatísima Leocadia virgen, que murió en la ciudad de Toledo bajo
el gobierno de Daciano el día nueve de diciembre. 2. En aquellos tiempos 2 después de la encarnación del Salvador, su muerte por redimirnos, su bajada a los infiernos, su resurrección de los muertos y su ascensión a los Cielos, habiéndose extendido poco a poco y lentamente el conocimiento del Evangelio por la predicación de los apóstoles por toda la tierra, se propagó por fin tardíamente en los territorios de Hispania; y la fe estaba poco extendida y por ello mismo era de gran fuerza. En cambio, los templos de los paganos por todas partes humeaban con sacrílegos sacrificios de sangre de toros y machos cabríos. Y aunque no había ninguna ciudad, municipio, aldea o castillo sin imágenes de ídolos y monstruos, hechas de oro, plata y toda clase de metales, siendo además adorados en figuras de demonio, la fe en Cristo, propagándose en medio de tantas locuras paganas, iba abriéndose paso. Pequeñas comunidades cristianas empezaban a ser formadas por pocos y perfectos hombres en lugares muy secretos y escondidos. Y cuanto más crecía la dignidad del nombre de Cristo, tanto más decaía el funesto paganismo. Así result� que en algunas ciudades se encendió el fuego de la verdadera fe, de manera que ya no se escondían en lugares ocultos, sino que públicamente las iglesias florecían con sus sacerdotes y todo el clero. 3. Esta noticia recorrió no sólo toda Italia, sino también Bizancio y fue el motivo de que los muy impíos emperadores Diocleciano y Maximiano destinaran a Hispania como gobernador al muy impío Daciano 3, para arruinarla más que para gobernarla. En primer lugar entró en la Galia como lobo sanguinario. Después de saciarse allá de sangre de mártires y ebrio de cadáveres, vomitando amenazas se dirigió a Hispania. Consagró a Dios las vidas inocentes de Félix, Cucufate, Eulalia y otros, cuyos nombres sería largo escribir, después de someterlos a horribles torturas. Después como león rugiente arrib� a Cesaraugusta, ciudad muy floreciente. Si la lengua humana silenciara cuántos escarnios, cuántas flagelaciones, cuántos tormentos, cuántos derramamientos de sangre llev� a cabo allá, hablaría la misma tierra bañada por la sangre de los cristianos, porque no ha quedado ni un solo lugar que no tenga las renacidas y florecientes cenizas de los mártires en una urna sepulcral 4. Desde allá en marcha triunfal llega a la ciudad de Compluto. Inmediatamente hace descuartizar dos cuerpos, que manan leche en lugar de sangre, dos perlas para ser engarzadas en la corona de nuestro Rey, brillantes como el oro por su majestad e inocencia, Justo y Pastor, a quienes acogió el Señor, elevando de la tierra a los cielos a causa de aquella diabólica impiedad. 4. Después llegando a la ciudad de Toledo y entrando en ella comenzó a buscar con avidez a los cristianos y allá encontr� a Santa Leocadia, consagrada a Dios, de noble linaje, pero adornada con más nobles disposiciones de su alma, que no cesaba de orar con observancia vigilante ni de día ni de noche 5. Dio orden de que fuese traída a su presencia y le habl� así: «¿Por qué te has dejado burlar con un engaño tan vano y sin fundamento, que procediendo de un linaje tan ilustre, has abandonado las ceremonias de nuestros dioses y te declaras sierva de un tal Cristo?» Le respondió Santa Leocadia con gran valentía: �Tú no vas a disuadirme de mi determinación de seguir a Cristo, a quien me consagr� por entero. Ni la falacia de tus palabras ni los halagos de mis or�genes, con los que intentas persuadirme, me apartarán de la entrega y la fidelidad a nuestro Señor Jesucristo, que redimiéndonos con su preciosa sangre nos ha revestido de la verdadera libertad� 6. Daciano rugiendo ordenó a sus soldados que ataran a Santa Leocadia con fuertes cadenas y la encarcelaran y reflexion� con qué castigos y tormentos iba a torturarla. 5. Marchando rápidamente a �vora y entrando en ella, ordenó a todos sus oficiales que, haciendo una búsqueda, presentaran ante su tribunal a todos los cristianos que encontraran. Inmediatamente le presentan ante su vista a un joven, que habían hallado y hecho preso, de nombre Vicente, cuya fortaleza era digna de tal nombre. Persiguiéndolo a Él junto con sus hermanas Sabina y Cristeta hasta la ciudad de Ávila, los sacrificó como ofrendas agradables a Cristo. Saliendo de Ávila, llegó a la ciudad de Em�rita; inmediatamente dio orden de que se formara un tribunal y entregó a Dios a muchos santos, después de haber derramado cruelmente su sangre. Entre éos, sacrificó a Dios a Santa Eulalia tras martirizarla con muchas torturas, flagelaciones y fuego. 6. Habiendo llegado la noticia de este hecho a la ciudad de Toledo hasta Santa Leocadia, postrándose de rodillas en oración en el mismo lugar, en que estaba encarcelada por su profesión de fe, al acabar la oración, entregó su espíritu a Dios 7. 7. Que coron� en su paz a sus mártires y confesores. A Él el
honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. *. Riesco Checa, Pilar, Pasionario Hispánico. Ed. Universidad de Sevilla. Sevilla, 1995, pp 43-47. 1 En los concilios de
Toledo aparece el nombre de confessor en el sentido de quien moría por la confesión
de la fe sin perder la vida por medio de violencia. Aún así eran
verdaderos mártires como escribe S. Cipriano (ep. 37). |