ORACIONES HISPANO-MOZÁRABES
Los nueve misterios de Cristo |
To mystérion / El misterio
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1.
Corporatio / Encarnación.
En el momento establecido por Dios, el Hijo único del Padre, la Palabra eterna, es decir, el Verbo e Imagen substancial del Padre, se hizo carne. (CIC, 479). Sin dejar de ser Dios se hizo hombre. �Y la palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único lleno de gracia y de verdad. Recordando las palabras del Evangelio de S. Juan, la Iglesia llama Encarnación al misterio de la unión admirable de la naturaleza divina y la naturaleza humana de Jesús en la única Persona divina del Verbo. Gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz y la gloria divina brill� ante nuestros ojos con nuevo resplandor para que conociendo a Dios visiblemente Él nos diera el amor de lo invisible. El Hijo de Dios se encarn� en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo por nosotros los hombres y por nuestra salvación, es decir, para reconciliarnos a nosotros pecadores con Dios, darnos a conocer su amor infinito, ser nuestro modelo de santidad y hacernos partícipes de la naturaleza divina. Por el misterio de la Encarnación resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva; pues al revestirse el Verbo de nuestra frágil condición, no sólo confiere dignidad eterna a la naturaleza humana, sino que, por esta unión admirable, nos hace a nosotros eternos (Cf. prefacio III Navidad). La fe en la verdadera Encarnación del Hijo de Dios es el signo definitivo de la fe cristiana. «Podr�is conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne, es de Dios» (1 Jn 4,2). Esa �es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos, cuando canta "el gran misterio de la piedad": Él ha sido manifestado en la carne» (CIC, 463). «Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivir� para siempre, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» (Jn 6, 51). |
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2.
Nativitas / Nacimiento. Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre; unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo. (CIC, 525). En el misterio santo del nacimiento,
"Hacerse niño" con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino; para eso es necesario abajarse, hacerse pequeño; más todavía: es necesario "nacer de lo alto" (Jn 3,7), "nacer de Dios" para "hacerse hijos de Dios" (Jn 1,12). El Misterio del Nacimiento se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros. Navidad es el misterio de este admirable intercambio. (CIC. n. 526).
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3.
Circumcisio / Circuncisión. Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño. Le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
La Circuncisión de Jesús, al octavo día de su nacimiento, es señal de su inserción en la descendencia de Abraham, en el pueblo de la Alianza, de su sometimiento a la Ley y de su consagración al culto de Israel en el que participar� durante toda su vida. Este signo prefigura "la circuncisión en Cristo" que es el Bautismo. (CIC, 527). El nombre de Jesús significa "Dios salva", el niño nacido de la Virgen María se llama Jesús porque el salvar� al pueblo de sus pecados. El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios que está presente en la persona de su Hijo hecho hombre para la redención universal y definitiva de los pecados. Él es el Nombre divino, el único que trae la salvación y de ahora en adelante puede ser invocado por todos porque se ha unido a todos los hombres por la Encarnación de tal forma que «no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hch 4,12). (CIC, 432).
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4.
Apparitio /
Aparición. La Aparición o Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Can�, la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos "magos" venidos de Oriente. En estos "magos", representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación. (CIC, 528).
La llegada de los magos a Jerusalén para "rendir homenaje al rey de los judíos" muestra que buscan en Israel, a la luz mesiúnica de la estrella de David, al que será el rey de las naciones. Su venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y adorarle como Hijo de Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los judíos y recibiendo de ellos su promesa mesiúnica tal como está contenida en el Antiguo Testamento. La Epifanía manifiesta que "la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas" y adquiere "la dignidad del pueblo elegido de Israel". (CIC, 528).
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5.
Passio / Pasión. El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le ha enviado" (Jn 6, 38), "al entrar en este mundo, dice: ... He aquí que vengo... para hacer, oh Dios, tu voluntad... En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 5-10). Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 34). El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero" (1 Jn 2, 2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque doy mi vida" (Jn 10, 17). "El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado" (Jn 14, 31). (CIC, 606).
El deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación: "�Padre líbrame de esta hora! Pero �si he llegado a esta hora para esto!" (Jn 12, 27). "El cáliz que me ha dado el Padre �no lo voy a beber?" (Jn 18, 11). Y todavía en la cruz, antes de que "todo está cumplido", dice: "Tengo sed" (Jn 19, 28). (CIC, 606).
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6.
Mors / Muerte. La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres por medio del "cordero que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29) y el sacrificio de la Nueva Alianza que devuelve al hombre a la comunión con Dios reconcilióndole con Él por "la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26, 28). (CIC, 613). Jesús expresó de forma suprema la ofrenda libre de sí mismo durante la cena con los doce Apóstoles, en "la noche en que fue entregado" (1 Co 11, 23). En la víspera de su Pasión, estando todavía libre, Jesús hizo de esta última Cena con sus apóstoles el memorial de su ofrenda voluntaria al Padre, por la salvación de los hombres: "Este es mi Cuerpo que va a ser entregado por vosotros" (Lc 22, 19). "Esta es mi sangre de la Alianza que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26, 28). (CIC, 610).
Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios. Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos consigo. Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor, ofrece su vida a su Padre por medio del Espíritu Santo, para reparar nuestra desobediencia. (CIC, 614).
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7.
Resurrectio / Resurreción. La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, cre�da y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:
"¿qué noche tan dichosa canta el «Exultet» de Pascua, sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo sucedió fúsicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida, fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado, sin embargo no por ello la Resurrección es ajena al centro del Misterio de la fe en aquello que trasciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al mundo sino a sus discípulos, "a los que habían subido con Él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31). (CIC, 647).
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8.
Gloria / Gloria. El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre. Pero durante los cuarenta días en los que Él come y bebe familiarmente con sus discípulos y les instruye sobre el Reino, su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria. La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube y por el cielo donde Él se sienta para siempre a la derecha de Dios. Sólo de manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo "como un abortivo" (1 Co 15, 8) en una última aparición que constituye a éste en apóstol. (CIC, 659).
Sólo el que "salió del Padre" puede "volver al Padre": Cristo. "Nadie ha subido al cielo sino el que bajá del cielo, el Hijo del hombre" (Jn 3, 13). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la "Casa del Padre" (Jn 14, 2), a la vida y a la felicidad de Dios. Sólo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, "ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino". (CIC, 661).
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9.
Regnum / Reino. Cristo afirm� antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesión.co esperado por Israel que, según los profetas, debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio, pero es también un tiempo marcado todavía por la "dificultad" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal que afecta también a la Iglesia e inaugura los combates de los últimos días. Es un tiempo de espera y de vigilia. (CIC, 672).
El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal, a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido, y "mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios". Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía, que se apresure el retorno de Cristo cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (1 Co 16, 22; Ap 22, 17.20). (CIC, 671).
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(*) SIGLAS
CIC. Catecismo de la Iglesia Católica. |