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C�l�rum alme Princeps
M�chaÉl potíssime,
Summi Regis Christi summus
Portit�rque rútilus,
Agius nuncupátus M�cha�l,
Quis, ut Dóminus?
Tu pol�rum aulæ basis,
Tu thron�rum civis es:
Dominatiónem arce tu
Virtut�mque præminens;
Princip�tuum, Potestátum
Lux coríscans �nites.
Ch�rubim deánde sacro
Tu cluis ign�choro:
Séraphim deánde pollens
C�tu nixus Aug�sto:
Arcem vehens Legión.m
Primus rit� S�nior.
Tu quat�rno seniórum
órdine cursu viges:
Tu bis duo senat�rum
Globo quarto flumen es:
conditæris throno situs
Rit� missus adstans
Tu ter terno sacro vultus
Angelórum órdine,
Mille c�nties urb�n�
Legión.m comp�ge:
Juge carmen Trinitátis
C�ncrepans ter Agie.
Tu perénnis Dei summi
Vultum, ped�sque tegis:
ínvicem trib�sque illis
Innuens adsp�ctibus
Uri�li, Gabri�li,
Rapha�li socius.
Hincque flantes flavos
flammis
Bis ternis vol�tibus,
Sc�licet teg�ntes summa
Ante mundi ex�rdia:
Imm�ne! perúcto fine,
Cuique sunt novíssima.
Tu creátus, Creatóris
Obsequens officio;
H�milem pr�látus axem
Non linquis fast�gio:
Ille dum r�fuga pl�ctitur
�nsolens in t�rtaro.
Inde tibi summa virtus
Pollet, vigor �nclyte
Tenebrásis dominóri
Turbis d�mon�acis,
Judicáre censor suis
Z�bulum cum ángelis.
Tu plebis Judá» salus,
C�lo missus lator es,
Almo vati jubar ferens
Dani�li oráculo:
Fortem, inquit, te bell�re
Pro fidéli pópulo.
Inde nos quæsumus, alme
Miles victor �nclyte:
éxhibe cunctis ren�tis
Nunc demum baptísmate;
quæ præstábas olim piæ
V�teri �n�gmati.
Tu r�move tela lapsa,
Sontes iras d�monum:
Pelle ulcus, arce morbum,
Aufer omne sc�ndalum;
Pax, salus, fidesque fervens
Omnem tegat �nimum.
Ecce cuncti conglob�ti
Revol�to témporis
Anno, Allelúia Aulæ tuæ
Dedic�tum s�lvimus;
Sit ratum ut regi Christo
Tu fave, dum vívimus.
Pr�be nobis mente cœcis
Esse mundos córpore,
Ne cadímus c�no molli
S�ucii libídine;
Quo surg�mus ad salútem,
Tu clem�nter s�bleva.
T�mpora fave tranqu�lla,
Auge pacis fídera;
Ensis urbis nostræ fines
Host�lis non díssecet:
Labes ullum, plagó ullum,
Te duce, non truc�dent.
Discat sexus, omnis
�tas
Cassa mundi l�nquere:
Verum Christi callem clives
Disc�mus conc�rrere:
Quo que�mus cœli portam
Tr�nsitum p�st pátere.
�ltim� die, cum ille
Resurg�ndo f�lserit,
Non reírum sorte vincti
Mancip�mur t�rtaro;
Sed urb�no lucis loco
Deput�mur líbero.
Duplex tunc honor, dum
Sanctis
Digna merces r�dditur;
Non indígnis mala nobis
�bligent, quæ gíssimus;
Sed nut�ndi transfer�mur
Ex fide sid�ribus.
Quo tibi prec�nti, alme
M�chaÉl fortíssime,
Hier�salem gloriós�
Sint en�xi cármine;
Ut imménso perfru�mur
Rite lucis lúmine.
Laudem soli Trino fantes
Nómini multímodam;
Spíritus, Patris, et Agni
Mox adápti déxteram,
Gaude�mus, exult�mus
Aff�tim per sæcula
Amen.
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Oh santo
príncipe de los cielos,
Miguel poderosísimo,
sumo y rutilante
mensajero
del sumo rey Cristo,
dos veces santo, llamado Miguel
¿Quén como el Señor? Tú
eres base del palacio celestial,
tú eres ciudadano de los
tronos,
tú sobresales en el alcázar
de dominaciones, virtudes,
principados, potestades,
brillando cual resplandeciente luz.
Tú gozas de
renombre
en el sagrado coro de fuego de los querubines,
poderoso
apoyándote
en el augusto coro de los serafines,
marchando el
primero por antig¨edad,
según el rito, a la cabeza de las
legiones.
Tú destacas
por tu rapidez
en los cuatro órdenes de ancianos,
tú eres el
cuarto rayo
en los cuatro grupos de senadores,
estando, según el
rito, junto al trono del creador
como su mensajero.
T�, apoyado en
los nueve coros
sagrados de ángeles,
en compañía de cien mil
legiones celestiales,
cantas sin cesar a la Trinidad
el canto
"tres veces santo".
Tú eternamente
cubres
el rostro y los pies
del Dios sumo,
saludándolo
alternativamente
en unión de las tres figuras:
Uriel, Gabriel y
Rafael.
Soplando después
con vuestras seis alas
las
encendidas llamas,
ocultando lo más alto
antes del comienzo del
mundo
y lo más bajo y lo último, llegado su fin.
Entregándote tú creado
al servicio del Creador,
aún elevado a lo alto,
no abandonas este mundo de aquí abajo,
mientras aquÉl tránsfuga del cielo
es castigado en el t�rtaro.
T�, salvación
del pueblo judío,
fuiste enviado desde el cielo,
cual vengador,
iluminando
al santo profeta Daniel con un oráculo;
dice que tú
peleabas
con valor por el pueblo fiel.
Por eso nosotros te pedimos,
santo soldado,
vencedor ínclito,
desvela ya por fin
a todos los que han
renacido por el bautismo
lo que antes mostrabas piadosamente
bajo el viejo enigma.
Desvía tú los peligrosos dardos
y las culpables
iras de los demonios,
aleja las plagas, aparta la enfermedad,
quita todo escándalo,
que la paz, la salud y la fe ferviente
protejan todos los espíritus.
He aquí que todos, reunidos,
transcurrido el año,
cumplimos el anual rito
de consagración de tu templo:
que sea
grato a Cristo rey
y tú ay�danos mientras vivimos.
Concédenos dignidad de espíritu
y que seamos
puros de cuerpo,
para que no caigamos en el cieno
heridos por el
peso de la pasión;
ay�danos con clemencia
para que nos
levantemos a la salvación.
Danos tiempos tranquilos,
provee tratados de paz,
que la espada enemiga no diezme
a los habitantes de nuestra
ciudad,
que bajo tu guía la destrucción de las plagas
no
perjudique a ninguno de los puros.
Que todos, de cualquier sexo y edad,
aprendan a
abandonar las vanidades del mundo,
que aprendamos a recorrer,
obedientes,
la verdadera senda de Cristo,
para que podamos
encaminarnos a la puerta del cielo
después de la muerte.
Que cuando brille
aquel último día de la
resurrección,
no seamos entregados al t�rtaro,
atados por la
suerte de los condenados, s
ino que seamos asignados
al libre y
sagrado lugar de la luz.
Que entonces, cuando a los santos
se les devuelve un digno honor
dignamente duplicado,
no sea un impedimento, en
nuestra indignidad,
el mal que hicimos, sino que, pudiendo
cambiar por la fe,
seamos llevados a los cielos.
Donde
adornados en tu honor,
santo Miguel fortísimo,
nos esforcemos en
el canto
de la Jerusalén gloriosa,
de manera que gocemos
justamente
de la inmensa luz de la luz.
Que, alabando de mil formas
a la Trinidad sola,
y
alcanzando la derecha del Espíritu,
del Padre y del Cordero,
nos
alegremos y llenemos de gozo
por siempre.
Amén.
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