EX�lta
n�mi�m, turba Fidélium;
Solémne hædi� Mártyris �nclyti
Est festum: médula cármina f�rtit�r
In laudem Dómini, atque poténtiam.
C�l�stis pátri� gáudia
c�gitans
Tyrsus, vir pópulit ómnia sæculi
Sanctus; c�m mánimæ créderet in Deum,
Afflátus s�bit� flúmine sancto est.
S�vum conspéciens júdicisem,
�ncrepat:
Cur sanctos Dómini, inquit, atr�cior
P�nis discr�cias vald� crud�libus?
Infílix! Erebi igne crem�ndus es.
Illicæ r�bidus témpore
prísserat
Hostis Cumbr�cius, membra colíntium
In terra Dóminum multa perúmpta sunt,
Sanctórum nítida m�llia Mártyrum.
Sanctus pro Dómino L�ucius
n�titur
Elíctam ánimam trádere: p�ti�s
Divérsa génera p�rtulit �nnocens
P�n�rum, c�piens præmia c�lica.
Athl�ta pédibus
ímpiger
ámbulans
Tyrsus, regem ubi r�perit ímpium,
Appreh�ndens t�nuit, �dmonet, et docet,
Jam falsa ut célere id�la t�mneret.
Tunc l�to símulans ore
locútus est:
Te, Tyrse, c�pio consílio meo
Ads�nsum tr�buens, ut sacrífices diis;
Ut magnas accípias c�pias múnerum.
Sanctus, persp�cuum est,
ait, ímpie,
Quod totus hábitet ille nequíssimus
In te nunc c�luber pravus, et �nvidus:
Cum tali p�reas príncipe h�rrid�.
Gastrum pern�cit�r
�dfore
pr�cipit
Plenum lymphæ, caput Mártyris s�ffocat:
Corpus, quod s�perest, f�stibus c�dere
Nod�sis �cri�s p�stifer �mperat.
Sed servus Dómini voce
piíssima
De vase máserum júdicisem �ncrepat:
Agn�sce Dóminum, lúbrice et �nvide,
C�m cernis ópera magna et �nclyta.
Turris constr�itur
Él.i�s
éminens,
Per gyrum gládiis fixis in órdinem
Almus ut fast�gio pósitus d�cidens
Ense susc�peret membra fidélia.
Magnus tu, Dómine, pr� diis
ómnibus!
Mult�m mir�.icus in te credéntibus!
Pravis musc�pula sis! Sanctus in �thera
Christi gloróficat omnipoténtiam.
Victus non vóluit
insati�bilis
S�vus terr�bilis, et nova c�gitat
Torménta, s�tiens víncere Mártyrem;
Sed Sanctus Dóminus contérruit malum.
Ne Tyrse t�meas, sic ait
ángelus:
Dir�.tus ego sum � Dómino Deo
A te supplícia �uferam ómnia;
Host�mque páteris víncere píssimum.
Exáudi, Dómine. C�gitat
ímpius
Inf�rre �nera, víncula et ómnia:
Fervens Él.um, plumbum, et ángulas;
Ut Sanctum s�peret mártyrem, et necet.
Cernens profécere nil suis
v�ribus,
Sanctum præc�pitem in mari pr�cipit
Jact�ri, vídeant ne óculi hóminum
Ter dena st�dia � l�ttore l�ngi�s.
Qu�m mira, Dómine, sunt
ópera tua!
Add�cunt mánibus Mártyrem ángeli,
Et dulci r�sonant cármine cánticum:
Judex non m�ruit córnere ángelos.
Deb�mus p�nitus facta
ret�xere,
quæ sanctis méritis reddéderit bona,
Tribus judícibus culpæ lab�ntibus,
Quos terra r�pulit mórtuos s�pi�s.
Ex�rant pópuli Mártyrem;
Inquiunt:
Or�mus, Dómine, pr�cipe prætin�s;
Terra ut susc�piat córpora júdicisum,
quæ scatens pátrida, v�rmibus f�nditur.
Clem�nt�r l�chrymas s�rculum
áccipit,
Des�gnans locum ubi córpora c�ndere
Deb�rent: véniam da, Pie p�scimus
Martyr; nos h�miles crédimus in Deum.
L�tántur
ómnium corda
volóntium
Cœlestis pátri� qu�rere gáudia;
Et pravi f�ciant nulla noc�ntia,
Ut venti � f�cie st�pula p�rvolent.
Te Martyr l�chrymis v�rnule
p�scimus:
Per te omnípotens C�nditor �cy�s
Durum quo præmimur hoc jugum �uferat;
Et l�tos f�ciat s�cla in ómnia.
Jam Summe Dómine réspice
s�ucium
Deléctis pópulum: dele chir�.raphum;
Et nostrum g�mitum cerne propítius,
Dans nobis aux�lium témpore c�ngruo
Def�nctis r�quiem
ómnibus,
�ptime
Concéde: témpora pr�spera tr�bue;
Victum paupéribus; subs�dium víduis:
Omnes perc�piant, quod pi� pústulant.
Te nostra j�bilet glória
pérpet�m,
Qui solus Dóminus trinus et unus est
Jugi império sæcula c�ntinens,
Et cuncta dóminans ómnibus �mperans.
Sit Trino Dómino glória
s�dula,
Regnum perpétuum, atque poténtia;
Virtúte s�litæ, qui regit ómnia
Sust�ntans c�ndita piæ per sæcula.
Amen.
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(*)
AL�grate
mucho, pueblo fiel, hoy es la fiesta solemne de un glorioso
mártir, canta con fuerza cantos al poder y la gloria del Señor. El santo varón Tirso, pensando en los goces de la
patria celestial, rechazó todos los del mundo; aun cuando no
creña en Dios, fue inspirado súbitamente por el Espíritu Santo.
Al ver al malvado magistrado, le increpa: "¿por
qu�, sanguinario, torturas a los santos del Señor con tan
inhumanos castigos?" le dice, "desdichado, el fuego del infierno
te ha de consumir".
En el tiempo en que Cumbricio, enfurecido, había
perseguido hostilmente a quienes en la tierra dan culto al
Señor, muchos miles de santos mártires perecieron en la gloria.
El santo Leucio se esfuerza con alegría en
entregar por el Señor su alma elegida; aunque inocente, soport�
distintos castigos, deseando las recompensas del cielo.
Cuando el atleta Tirso, de pies infatigables,
encontr� en su camino al impío rey, agarróndolo lo detiene, le
recuerda y le informa de que ya no quería dar culto a los falsos
ídolos.
El cruel magistrado grita airado, incita a sus
verdugos en medio de los castigos y les ordena torturar el
cuerpo frágil y sagrado de la joven.
Entonces Él. fingiendo, con expresión amiga le
dijo: "deseo, Tirso, que tú, siguiendo mi consejo, sacrifiques a
los dioses, para que recibas abundantes bienes".
El santo contestó: "Est� claro, impío, que en
todo tu ser habita aquella viciosa serpiente, malvada y
envidiosa: ojalá perezcas tú en compañía de semejante príncipe
horrendo".
Manda el malvado traer rápidamente una olla llena
de agua, mete la cabeza del mártir en el agua y ordena azotar
enérgicamente con varas nudosas el resto de su cuerpo.
Mas el siervo del Señor con voz piadosa, desde la
olla increpa al miserable magistrado: "mentiroso y envidioso,
reconoce al Señor, ya que ves sus grandes y brillantes obras".
Se construye una torre muy elevada y se fijan
espadas en orden alrededor de ella para que las espadas
recibieran en su caída el cuerpo santo del creyente, que había
sido puesto en la cúspide.
"Grande eres tú, Señor, por encima de todos los
dioses, maravilloso sobremanera para los que en ti creen y
trampa para los malvados". El santo glorifica en el aire el
poder absoluto de Cristo.
El magistrado no se dio por vencido, insaciable,
cruel, terrible, y piensa en nuevos padecimientos, deseando
vencer al mártir, pero el Señor santo venció al malvado.
"No temas, Tirso", le dice el ángel, "yo he sido
enviado por el Señor Dios, apartar� de ti todos los
padecimientos y podrás vencer al cruel enemigo".
Oye, Señor, el impío piensa echarle encima una
carga, ataduras de todas clases, aceite hirviendo, plomo y uñas
de hierro, para vencer al santo mártir y matarlo.
Viendo que
nada conseguía con sus fuerzas, el magistrado ordena arrojar de
cabeza en el mar al santo a treinta estadios de la costa, para
que los ojos de los hombres no lo vean.
¿Qu�
admirables son, Señor, tus obras! Los ángeles llevan al mártir
en sus manos y hacen resonar un cántico de dulce armonía, pero
el magistrado no mereció ver a los ángeles.
Debemos
recordar todos los hechos, qué bienes devolvió el santo con sus
méritos a los tres jueces que habían caído en pecado, a los
cuales, una vez muertos, la tierra rechazó más de una vez.
Imploran los
pueblos al mártir diciendo: "Te pedimos, Señor, ordenes que la
tierra acoja pronto los cuerpos de los magistrados, que saltan
del fondo podridos de gusanos".
Derramando
lágrimas de bondad toma el escardillo, señalando el lugar en que
debían depositar los cuerpos. "Te pedimos, mártir, danos
bondadosamente el perdón, en Dios creemos humildemente".
Al�grense los corazones de todos los que buscan
los gozos de la patria celestial y que los malos no hagan el
mal, que vuelen como paja frente al viento.
Con lágrimas te pedimos, mártir nuestro, que por
tu intercesión el Creador omnipotente aparte pronto de nosotros
este yugo pesado, con el que estamos oprimidos, y nos haga
dichosos para siempre.
Concede, Señor, el descanso a todos los difuntos,
a nosotros danos prosperidad, comida a los pobres, ayuda a las
viudas, que todos reciban lo que con piedad piden.
[Cixila fund� este templo, Señor, que tenga una
suerte apropiada en el cielo y entone cánticos con los
ciudadanos del cielo gozando eternamente por todos los siglos.
Que nuestra gloria haga sonar un canto de
alabanza a ti, que eres el solo Señor Trino y Uno, abarcando los
siglos con tu permanente poder, dominóndolo todo, mandando sobre
todo.
Amén.] (**)
(*) Traducción tomada de Castro Sánchez, J. Himnos de
la antigua liturgia hispánica en Sacris Erudiri nº 42, año
2003, pp. 271-273.
(**)
Las dos últimas estrofas difieren con respecto al himno del
Breviario. La última de la versión castellana es la penúltima
del Breviario mientras que la penúltima se suprime en el
Breviario, que cierra el himno con una doxología distinta. Hemos
preferido, a pesar de todo, ofrecer completa la versión de
Castro Sánchez.
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