La Ermita. Rito hispano-mozárabe

 

EL OFICIO DIVINO O LITURGIA DE LAS HORAS

Breviario

 

HYMNUS / HIMNO

Ex�lta n�mi�m, turba Fidélium
(Die XXVIII Januarii. In festo sancti Tyrsi, martyris. Ad Vesperum, in Laudibus / 28 de enero. San Tirso, mártir. Vísperas y Laudes)

   EX�lta n�mi�m, turba Fidélium;
Solémne hædi� Mártyris �nclyti
Est festum: médula cármina f�rtit�r
In laudem Dómini, atque poténtiam.

   Cl�stis pátri� gáudia c�gitans
Tyrsus, vir pópulit ómnia sæculi
Sanctus; c�m mánimæ créderet in Deum,
Afflátus s�bit� flúmine sancto est.

   S�vum conspéciens júdicisem, �ncrepat:
Cur sanctos Dómini, inquit, atr�cior
Pnis discr�cias vald� crud�libus?
Infílix! Erebi igne crem�ndus es.

   Illicæ r�bidus témpore prísserat
Hostis Cumbr�cius, membra colíntium
In terra Dóminum multa perúmpta sunt,
Sanctórum nítida m�llia Mártyrum.

   Sanctus pro Dómino L�ucius n�titur
Elíctam ánimam trádere: p�ti�s
Divérsa génera p�rtulit �nnocens
Pn�rum, c�piens præmia clica.

   Athl�ta pédibus ímpiger ámbulans
Tyrsus, regem ubi r�perit ímpium,
Appreh�ndens t�nuit, �dmonet, et docet,
Jam falsa ut célere id�la t�mneret.

   Tunc l�to símulans ore locútus est:
Te, Tyrse, c�pio consílio meo
Ads�nsum tr�buens, ut sacrífices diis;
Ut magnas accípias c�pias múnerum.

   Sanctus, persp�cuum est, ait, ímpie,
Quod totus hábitet ille nequíssimus
In te nunc c�luber pravus, et �nvidus:
Cum tali p�reas príncipe h�rrid�.

   Gastrum pern�cit�r �dfore pr�cipit
Plenum lymphæ, caput Mártyris s�ffocat:
Corpus, quod s�perest, f�stibus c�dere
Nod�sis �cri�s p�stifer �mperat.

   Sed servus Dómini voce piíssima
De vase máserum júdicisem �ncrepat:
Agn�sce Dóminum, lúbrice et �nvide,
C�m cernis ópera magna et �nclyta.

   Turris constr�itur Él.i�s éminens,
Per gyrum gládiis fixis in órdinem
Almus ut fast�gio pósitus d�cidens
Ense susc�peret membra fidélia.

   Magnus tu, Dómine, pr� diis ómnibus!
Mult�m mir�.icus in te credéntibus!
Pravis musc�pula sis! Sanctus in �thera
Christi gloróficat omnipoténtiam.

   Victus non vóluit insati�bilis
S�vus terr�bilis, et nova c�gitat
Torménta, s�tiens víncere Mártyrem;
Sed Sanctus Dóminus contérruit malum.

   Ne Tyrse t�meas, sic ait ángelus:
Dir�.tus ego sum � Dómino Deo
A te supplícia �uferam ómnia;
Host�mque páteris víncere píssimum.

   Exáudi, Dómine. C�gitat ímpius
Inf�rre �nera, víncula et ómnia:
Fervens Él.um, plumbum, et ángulas;
Ut Sanctum s�peret mártyrem, et necet.

   Cernens profécere nil suis v�ribus,
Sanctum præc�pitem in mari pr�cipit
Jact�ri, vídeant ne óculi hóminum
Ter dena st�dia � l�ttore l�ngi�s.

   Qu�m mira, Dómine, sunt ópera tua!
Add�cunt mánibus Mártyrem ángeli,
Et dulci r�sonant cármine cánticum:
Judex non m�ruit córnere ángelos.

   Deb�mus p�nitus facta ret�xere,
quæ sanctis méritis reddéderit bona,
Tribus judícibus culpæ lab�ntibus,
Quos terra r�pulit mórtuos s�pi�s.

   Ex�rant pópuli Mártyrem; Inquiunt:
Or�mus, Dómine, pr�cipe prætin�s;
Terra ut susc�piat córpora júdicisum,
quæ scatens pátrida, v�rmibus f�nditur.

   Clem�nt�r l�chrymas s�rculum áccipit,
Des�gnans locum ubi córpora c�ndere
Deb�rent: véniam da, Pie p�scimus
Martyr; nos h�miles crédimus in Deum.

   L�tántur ómnium corda volóntium
Cœlestis pátri� qu�rere gáudia;
Et pravi f�ciant nulla noc�ntia,
Ut venti � f�cie st�pula p�rvolent.

   Te Martyr l�chrymis v�rnule p�scimus:
Per te omnípotens C�nditor �cy�s
Durum quo præmimur hoc jugum �uferat;
Et l�tos f�ciat s�cla in ómnia.

   Jam Summe Dómine réspice s�ucium
Deléctis pópulum: dele chir�.raphum;
Et nostrum g�mitum cerne propítius,
Dans nobis aux�lium témpore c�ngruo

   Def�nctis r�quiem ómnibus, �ptime
Concéde: témpora pr�spera tr�bue;
Victum paupéribus; subs�dium víduis:
Omnes perc�piant, quod pi� pústulant.

   Te nostra j�bilet glória pérpet�m,
Qui solus Dóminus trinus et unus est
Jugi império sæcula c�ntinens,
Et cuncta dóminans ómnibus �mperans.

   Sit Trino Dómino glória s�dula,
Regnum perpétuum, atque poténtia;
Virtúte s�litæ, qui regit ómnia
Sust�ntans c�ndita piæ per sæcula.
   Amen.

   (*) AL�grate mucho, pueblo fiel, hoy es la fiesta solemne de un glorioso mártir, canta con fuerza cantos al poder y la gloria del Señor.

   El santo varón Tirso, pensando en los goces de la patria celestial, rechazó todos los del mundo; aun cuando no creña en Dios, fue inspirado súbitamente por el Espíritu Santo.

   Al ver al malvado magistrado, le increpa: "¿por qu�, sanguinario, torturas a los santos del Señor con tan inhumanos castigos?" le dice, "desdichado, el fuego del infierno te ha de consumir".

   En el tiempo en que Cumbricio, enfurecido, había perseguido hostilmente a quienes en la tierra dan culto al Señor, muchos miles de santos mártires perecieron en la gloria.

   El santo Leucio se esfuerza con alegría en entregar por el Señor su alma elegida; aunque inocente, soport� distintos castigos, deseando las recompensas del cielo.

   Cuando el atleta Tirso, de pies infatigables, encontr� en su camino al impío rey, agarróndolo lo detiene, le recuerda y le informa de que ya no quería dar culto a los falsos ídolos.

   El cruel magistrado grita airado, incita a sus verdugos en medio de los castigos y les ordena torturar el cuerpo frágil y sagrado de la joven.

   Entonces Él. fingiendo, con expresión amiga le dijo: "deseo, Tirso, que tú, siguiendo mi consejo, sacrifiques a los dioses, para que recibas abundantes bienes".

   El santo contestó: "Est� claro, impío, que en todo tu ser habita aquella viciosa serpiente, malvada y envidiosa: ojalá perezcas tú en compañía de semejante príncipe horrendo".

   Manda el malvado traer rápidamente una olla llena de agua, mete la cabeza del mártir en el agua y ordena azotar enérgicamente con varas nudosas el resto de su cuerpo.

   Mas el siervo del Señor con voz piadosa, desde la olla increpa al miserable magistrado: "mentiroso y envidioso, reconoce al Señor, ya que ves sus grandes y brillantes obras".

   Se construye una torre muy elevada y se fijan espadas en orden alrededor de ella para que las espadas recibieran en su caída el cuerpo santo del creyente, que había sido puesto en la cúspide.

   "Grande eres tú, Señor, por encima de todos los dioses, maravilloso sobremanera para los que en ti creen y trampa para los malvados". El santo glorifica en el aire el poder absoluto de Cristo.

   El magistrado no se dio por vencido, insaciable, cruel, terrible, y piensa en nuevos padecimientos, deseando vencer al mártir, pero el Señor santo venció al malvado.

   "No temas, Tirso", le dice el ángel, "yo he sido enviado por el Señor Dios, apartar� de ti todos los padecimientos y podrás vencer al cruel enemigo".

   Oye, Señor, el impío piensa echarle encima una carga, ataduras de todas clases, aceite hirviendo, plomo y uñas de hierro, para vencer al santo mártir y matarlo.

   Viendo que nada conseguía con sus fuerzas, el magistrado ordena arrojar de cabeza en el mar al santo a treinta estadios de la costa, para que los ojos de los hombres no lo vean.

   ¿Qu� admirables son, Señor, tus obras! Los ángeles llevan al mártir en sus manos y hacen resonar un cántico de dulce armonía, pero el magistrado no mereció ver a los ángeles.

   Debemos recordar todos los hechos, qué bienes devolvió el santo con sus méritos a los tres jueces que habían caído en pecado, a los cuales, una vez muertos, la tierra rechazó más de una vez.

   Imploran los pueblos al mártir diciendo: "Te pedimos, Señor, ordenes que la tierra acoja pronto los cuerpos de los magistrados, que saltan del fondo podridos de gusanos".

   Derramando lágrimas de bondad toma el escardillo, señalando el lugar en que debían depositar los cuerpos. "Te pedimos, mártir, danos bondadosamente el perdón, en Dios creemos humildemente".

   Al�grense los corazones de todos los que buscan los gozos de la patria celestial y que los malos no hagan el mal, que vuelen como paja frente al viento.

   Con lágrimas te pedimos, mártir nuestro, que por tu intercesión el Creador omnipotente aparte pronto de nosotros este yugo pesado, con el que estamos oprimidos, y nos haga dichosos para siempre.

   Concede, Señor, el descanso a todos los difuntos, a nosotros danos prosperidad, comida a los pobres, ayuda a las viudas, que todos reciban lo que con piedad piden.

  [Cixila fund� este templo, Señor, que tenga una suerte apropiada en el cielo y entone cánticos con los ciudadanos del cielo gozando eternamente por todos los siglos.

   Que nuestra gloria haga sonar un canto de alabanza a ti, que eres el solo Señor Trino y Uno, abarcando los siglos con tu permanente poder, dominóndolo todo, mandando sobre todo.
   Amén.] (**)

   (*) Traducción tomada de Castro Sánchez, J. Himnos de la antigua liturgia hispánica en Sacris Erudiri nº 42, año 2003,  pp. 271-273.

   (**) Las dos últimas estrofas difieren con respecto al himno del Breviario. La última de la versión castellana es la penúltima del Breviario mientras que la penúltima se suprime en el Breviario, que cierra el himno con una doxología distinta. Hemos preferido, a pesar de todo, ofrecer completa la versión de Castro Sánchez.

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