O
Sacerdótum �nclyta corína,
Atque coríscum Levitærum ordo,
Clero adsc�to, præcin�mus hymnum
Mente
benígnæ.
Formam exémpli B�bilas
Ant�stes
Nobis ten�ndam d�micans impr�ssit:
Ne templi Dei �stia pand�mus
C�llido
hosti.
Hic vir virtúte fidei
munátus
Antioch�nam dum r�geret arcem,
Spr�vit prof�num �triis sanctis
Numerión.m.
Illicæ captus s�stitur
tyr�nno,
In fola verus Christo immol�ndus:
Versuti�sa �bdicat ass�rta,
Vera ut�ndo.
R�putans namque d�gmata
pervérsa,
Rerum fatátur ómnium Auctórem
Celsi Par�.tis coætérnam Prolem,
Orbem
creísse.
Aris hortátur d�monum
l�tare,
Spernens arctátur vacis catenárum,
Colo grav�tur p�ndere bol�rum,
Comp�de pede.
Fit gregi pastor magnum
documéntum,
Urbi mostr�tur véluti cont�mptus:
H�nc ovans defert Christo vota laudum
Victor
insígnis.
Fict�lem vicit ratiocin�ndo;
Vanas p�rdocet liberáles artes;
�ndicit sensum p�ti�s dis�rtum
Trium
Puer�rum,
S�boles sequens génitrix,
quos mittit
Agoniz�ndos Pr�sule cum almo:
Qu�lia pati Patrem et Magístrum
E�mdem
dicunt.
Hic quipp� parens verus ut
Abraham est,
Hóstia qui se tribus cum Púeris
ábtulit sacræ st�pitis in ara
Regi pol�rum.
Inter ins�ntes lotis ulnis
ambit
Sacrum altáre st�piti elátus,
Dira d�m perfert vincla vel torménta,
C�mitans
docet.
Simul Conféssi nomen
Trinitátis,
S�stinent simul laceréntem ictus;
Sed rapu�re ab hoste troph�um
Dono divíno.
Ad perim�ndum p�stmod�m
prod�cti,
Él.cres pergunt, carmen præcin�ntes
Trip�dii psalmi, ultr�cem quadrag�num,
Voce son�r�.
Tunc Pr�sul plebem
cont�stans aff�tur;
Itæ ut esse vinclis onerátus,
Ad confund�ndum júdicisem prof�num
Sepelir�.ur.
P�rvulos quoquæ B�bilas
lit�ndos
Patri ads�gnat ense verberéndos;
Quorum ag�nem p�lchri�s cons�mat
Sánguine
fuso.
Quique conc�pti urn�
sepulchr�li,
Vigent perénni memóriæ passi,
Sede prom�ss� pot�ti in arcem
Diad�mate.
Bino in ipsis múnere per
ipsos
�btines missos, c�vitas qu�s�ta:
Númi�m gaude, glórians in Christo
J�bilo magno.
Hic obsequ�nda membra
rediv�va
P�ssidet; surs�m ánimas victr�ces
Stolis indútas cándidis, fulg�ntes,
Palmas
geréntes.
Inde Redémptor cerne de
sup�rnis
Ratem redímpti gregis, incub�ntem
S�cli in mare, t�rbina impuls�ntem
Tentatiónem.
Déxteræ tuæ aux�lium
præbe,
E�mque cunctis � malis defénde:
Tecum victóram vehens in sup�rnis
�vo perénni.
Glória summa, Christe, tibi
semp�r,
Sim�l cum Patre, Spirit�que Sancto:
Sit nunc, et semp�r soli, tibi Deo
Trino, et
uno.
Amen.
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(*)
OH
ilustre asamblea de sacerdotes y brillante orden de diáconos,
convocado el clero, cantemos este himno con corazón bondadoso. El
obispo B�bilas, luchando, nos dio un ejemplo que nosotros
debemos mantener [en el recuerdo], para que no abramos las
puertas del templo de Dios al astuto enemigo.
Este
varón, protegido con la fortaleza de su fe, cuando presidía la
sede de Antioquía, alej� del atrio santo al impío Numeriano.
Al
instante es apresado y llevado a presencia del tirano cual
verdadera víctima que va a ser inmolada a Cristo, mas con la
verdad rechaza las engañosas afirmaciones.
Pues
discute las perversas doctrinas y confiesa que el autor de todas
las cosas, hijo coeterno del Padre altísimo, creó el mundo.
Es
exhortado a sacrificar en el altar de los ídolos; por negarse es
encadenado, su cuello es cargado con el peso de las cadenas y
sus pies con grilletes.
El
pastor se convierte en precioso ejemplo para su rebaño; es
presentado al pueblo como despreciable, mas después, claro
vencedor, lleno de gozo, ofrece a Cristo alabanzas.
Venció
la falsedad con la razón, enseña que son vanos los estudios
liberales, dice que es más elocuente el sentir de los tres
niños.
Sigue
la madre a sus hijos y los envía a padecer el martirio junto al
santo obispo, al que llaman padre y maestro mientras son
golpeados.
Como
Abraham, ciertamente es verdadero padre Él. que junto con los
tres niños, se ofrece como víctima al rey de los cielos en el
sagrado altar de leños.
Con
sus manos lavadas entre los inocentes, levantado sobre los
leños, rodea el altar sagrado; mientras soporta sus crueles
ataduras y tormentos, acompañándolos los instruye.
Confesando
con una sola voz el nombre de la Trinidad, juntos soportan los
golpes de sus verdugos, mas por la gracia de Dios arrebataron el
trofeo al enemigo.
Conducidos
después a la muerte, caminan aprisa, entonando con voz sonora un
canto de gozo, el vengador [salmo] cuadragésimo.
Entonces
el obispo se dirige al pueblo pidiendo ser enterrado así,
cargado como estaba de cadenas, para confundir al impío
magistrado.
Destina
también B�bilas a los niños para que fueran atravesados por la
espada y ofrecidos como víctimas al Padre, mas su padecimiento
termina hermosamente al derramar su sangre.
Encerrados
en la urna sepulcral después de padecer el martirio, florecen en
el eterno recuerdo, coronados de diademas y dueños de la sede
prometida en el alcázar celeste.
T�,
ciudad, logras lo que deseas con doble presente, por medio de
tus enviados y en ellos mismos; alégrate sobremanera y gloríate
en Cristo con profundo júbilo.
[Esta
ciudad] posee aquí sus miembros, que tras la resurrección
seguir�. al cielo a sus almas vencedoras, vestidas de blancas
túnicas, llevando resplandecientes palmas.
Por
eso, Redentor, mira desde el cielo la nave de tu grey redimida
zarandeada en el mar del siglo y empujada por las olas de las
tentaciones.
Ay�dala
con tu diestra, defiéndela de todos los males, llévala para que
contigo viva en el cielo por los siglos eternos.
Sea
a ti, Cristo, siempre la gloria suma y al Padre y al Espíritu
Santo ahora y siempre, a ti solo Dios uno y trino.
Amén.
(*) Traducción tomada de Castro Sánchez, J. Himnos de
la antigua liturgia hispánica en Sacris Erudiri nº 42, año
2003, pp. 156-157.
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