Christus
verus rex Sanctorum,
Et sacrator martyrum,
Tu es veritas et via,
Vitaque credentium;
Tu optantibus das votum
Et Beatis brabium
Tibi laudum vota pandit
Cuncta chors fidelium;
Qui Servando et Germano
Robur mox eximium
Concessisti, ut vincerent
Dimicando Zabulum.
Praeses namque mundialis
Ire ad Aram praecipit:
Idolis litare vanis,
Fortes Christi milites;
Noxiumque hostiarum
Immolari sanguine.
Illi poenas expectabant
Christi amore interriti:
Dulce tunc illis cremari,
Dulce ferrum perpeti,
Validisque offerenda
Corpora suppliciis.
Nos Christum nempe fatentes
Execramus idola;
Et coelestem adorantes
Temnimus terrestria:
Absit, ut ritu prophano
Inclinemus corpora.
Haec loquentes obruuntur
Mille poenis Martyres:
Nexibus manus utrasque
Flexus involvit rigor:
Et calybs adtrita colla
Duris ambit circulis.
Nobilis per vulnus amplum
Porta justis panditur;
Quosque Christus candidatis
Adgregat cohortibus:
Miscet choris Angelorum,
Et coronat praemiis.
State nunc, hymnistae cuncti
Voce, votis, munere;
Atque in laudem Sanctorum
Vox cunctorum insonet:
Hic dies et festa nobis,
Sit sacratum gaudium.
Gloria Deo parenti
In excelsis resonet:
Gloriam canamus Christo,
Atque Sancto Spiritui;
Cui laus et potestas
Per aeterna saecula.
Amen.
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Cristo, verdadero rey
de los santos
y consagrante de mártires,
tú eres la verdad y el camino
y la vida de los creyentes,
tú concedes su deseo a los que te escogen
y el premio como bienaventiirados.
La cohorte toda de los
fieles
te presenta los votos de sus alabanzas
a ti, que a Servando y a Germán
concediste pronto
una fortaleza extraordinaria
para que vencieran al diablo en la lucha.
Pues un
gobernador de este mundo
ordena que los valerosos soldados de Cristo
vayan ante el ara,
ofrezcan sacrificios a los vanos ídolos
e inmolen la funesta
sangre de las víctimas.
Ellos
ansiaban los castigos,
abandonados al amor de Cristo;
entonces era dulce para ellos ser quemados,
dulce padecer el hierro
y ofrecer sus cuerpos
a crueles suplicios.
Nosotros,
confesando
sin vacilación a Cristo celestial,
execremos los ídolos y, adorándolo,
menospreciamos las cosas terrenales;
lejos de nosotros inclinar
nuestros cuerpos al rito impío.
Al decir
esto los mártires
son cubiertos de castigos mil,
cadenas de rígidos eslabones
rodean ambas manos
y argollas de duro acero
abrazan sus cuellos hiriéndolos.
A través de
su gran herida
se abre una puerta noble a los justos,
a los que Cristo une a las cohortes
vestidas de blanco, mezcla
con los coros de ángeles
y corona de recompensas.
Levantaos
ahora, cantad himnos
todos con la voz, con votos,
con ofrendas y que en alabanza de los santos
resuene la voz de todos
y este día de fiesta sea
para nosotros un sagrado gozo.
Resuene
gloria a Dios Padre
en las alturas cantemos
gloria a Cristo
y al Espíritu Santo,
a quien alabanza y poder
por los siglos eternos.
Amén. |