Inclyti festum pudoris
Virginis C�cili�
Gloriosa pr�cinamus
Voce prompti pectoris,
Quo soluta lege mortis
Tollitur in �theris:
Germine hæc Virgo clara,
Sanctitate clarior,
Pectore Christum retentans,
Huncque solum prédicans,
Ore Sponsum mente sæculum
Vicit hostem sanguine.
Pectoris sacri recessum
Munit Evangelio:
Squalido corpus beatum
Proterit cilicio,
Noctis horas et diei
Mentis implens cantico.
H�c enim sortita sponsum
Germinis perfulgidi,
Angelum Dei fatetur
Se habere vindicem:
Hunc verendo, ut pudori
Det honorem commonet.
Sponsus hic furore cœco
Comminatur Virgini;
Sed beata Virgo factis
Dicta prorsus comprobans,
Angelum, munusque C�li
Mox adesse præstitit:
Affuit promissus idem
Vir coruscis vestibus,
Exhibens sertis coronas
Floribus pr�fulgidas
In rosis docens cruorem;
Castitatem liliis.
Munere hoc provocatus
Sponsus ad Christi fidem
Illico fratris salutem
Imprecatus obtinet;
Hincque ambo passionis
Consecrantur sanguine.
Tunc deinde Virgo Christi
Consequens C�cilia,
Hanc triumphalis honoris
Promeretur gloriam;
Igneis termis retrusa
Fit caloris nescia.
Plus calens sic igne Christi
Vicit ignem sæculi;
Et vibrantis ensis ictum
Ter, valenter sustulit;
Postque terris membra ponit,
Spiritu C�los petit.
Inde nobis sacra Virgo
Mitte cœli munera,
Liliorum, vel rosarum
Munus inde proroga;
Unde hausisti superna
Veritatis gaudia.
Liliis corusca in nos
Castitas pr�fulgeat,
Punicis rosis voluntas
Passionis ferveat;
Criminis mole subacta,
Innovemur gratia.
Ecce adventum futuri
Præstolamur Judicis:
Sustinemus et beata
Illa lucis gaudia:
Non rei tunc puniamur,
Non crememur ignibus;
Martyrum sed sacrosanctis
Aggregati c�tibus,
Evadamus, quod timemus,
Contuentes gloriam,
Regis almi ad coronam
Evocati dexteram.
Ut tuam, Christe, videntes
Servuli pr�sentiam
Gratulemur, gaudeamus,
Personemus gloriam,
Curi� cœlestis arce
Confovendi in sæcula.
Amen.
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Cantemos con la voz
gloriosa
de un pecho dispuesto la festividad
de la casta y excelsa virgen Cecilia
cuando, liberada de la ley de la muerte,
es elevada a los cielos.
Esta virgen, ilustre por su nacimiento
y más ilustre por su santidad,
reteniendo a Cristo en su pecho
y a Él solo proclamando, venció con sus palabras a su esposo,
al mundo con su alma y al enemigo con su sangre.
Fortifica la
intimidad de su santo pecho con el Evangelio,
protege su cuerpo bienaventurado
con el punzante cilicio,
llenando las horas de la noche y del día
con el cántico de su alma.
As� pues,
entregada por la suerte
a un esposo de muy ilustre nacimiento,
le confiesa que tiene como protector a un ángel de Dios
y le advierte que por temor a este
honre su castidad.
Entonces el
esposo, ciego de furor, amenaza a la virgen,
pero la bienaventurada virgen,
para probar completamente sus palabras con hechos,
le respondió que enseguida aparecería
el ángel y un don del cielo.
Apareció el
mismo varón prometido
con relucientes vestidos,
mostrando radiantes coronas de flores,
enseñando la sangre en las rosas
y la castidad en los lirios.
Atraído el
esposo por este don a la fe de Cristo,
enseguida alcanza con su ruego
la salud de su hermano,
y luego ambos son consagrados
por la sangre del martirio.
Y Después,
siguiéndolos Cecilia,
virgen de Cristo,
alcanza la gloria del honor del triunfo;
metida en unas termas ardiendo,
es insensible al calor.
Ardiendo así
más intensamente
en el fuego de Cristo, venció al fuego del siglo
y resistió con valentía tres veces el golpe de la vibrante
espada
y después deja sus miembros en las tierras
y en espíritu se encamina a los cielos.
De allí,
santa virgen,
envíanos los dones del cielo
y concédenos el don de los lirios y de las rosas,
de allí de donde tú apuraste
los gozos celestiales de la verdad.
Por los
lirios resplandezca en nosotros
la brillante castidad,
por las rosas rojas arda el deseo del martirio
y, sojuzgada la mole de nuestros crímenes,
seamos renovados por la gracia.
Henos aquí
aguardando
la llegada del juez que vendr�
y esperando los gozos bienaventurados de la luz;
no seamos entonces castigados como reos,
no seamos quemados en el fuego,
Sino que
unidos
a los sacrosantos coros de mártires,
escapemos a lo que tememos,
contemplando la gloria del divino rey,
llamados a su derecha para la corona,
De manera
que nosotros tus siervos, Cristo,
destinados a ser acogidos para siempre
en la ciudadela de la corte celeste,
viendo tu presencia, demos gracias,
nos regocijemos y cantemos tu gloria. |