Misticum melos persolvat,
Et adtollat laudibus
Plebs dicata Deo Patri,
Et honore debito
Ymnum dulciter decantent
Christo et Paraclito.
Pro triumphis beatorum
Fausti, Januarii,
Tertiusque Martialis;
In agone vicerunt
Trinitatem confitendo
Suscepti martirio.
Voce declamans fidelis
Beatorum titulis,
Qualiter vicerunt hostem
Suis cum suppliciis,
Trinitatem confitendo
Adepti sunt gaudio.
Manibus cruentus hostis
Cum atroci ungula
Consecrata beatorum
Laniari corpora,
Tensos pariter cesosque
Urens flamma cruciat.
Inde oculis evulsis
Cutenorum capita,
Nervorum conpage soluta
Servat tunc crudelitas,
Conteret piorum ossa
Et medulla penetrans.
Dextera protecti Christi
Non timent incendia,
Angelica medicina
Reformantur lumina,
Confractaque solidantur,
Et curantur vulnera.
Stupet tirannus valde
Tanta in miracula
Cum incolomes videret,
Quos perire iusserat;
Qualiter vicissent cuncta
Tormentorum genera.
Illi patienter ferunt,
Quod furentes inferunt,
Scientes quod pro Christo
Tanta qui pertulerant,
Celitus adquirant lucra
Que fruuntur iugiter.
Quidam cernebant venire
Missa celi munera,
Angelorum magna turba
Sursum expectantium,
Ut sanctorum coronaret
Gloriosa capita.
Adestote sancti Dei
Supplicanti populo
Et petentibus prebete
Quesitum remedium,
Regnum ut participentur
Vestro in consortio.
Presta
[Pater piissime,
Patrique compar Unice
Cum Spiritu Paraclito
In sempiterna saecula.
Amen].
|
Que el pueblo
consagrado a Dios
pague místicamente al Padre
un canto y lo eleve a Él con alabanzas,
y con el honor debido
cante dulcemente un himno
a Cristo y al Parálito.
Por los triunfos de los bienaventurados
Fausto, Jenaro
y en tercer lugar de Marcial,
que entregados al martirio
vencieron en la lucha
confesando a la Trinidad.
Proclamando
con voz de fe,
entre los títulos de los bienaventurados,
de qué manera con sus sufrimientos
vencieron al enemigo
y alcanzaron los gozos
confesando a la Trinidad.
Con sus
manos ensangrentadas
los enemigos despedazaron
los sagrados cuerpos de los bienaventurados
usando el terrible garfio,
y tras tensarlos y a la vez golpearlos
el fuego los quema y atormenta.
Después, les
arrancan los ojos
y despellejan sus cabezas;
y una vez rotos los ligamentos de sus nervios,
su inhumana crueldad
rompe los huesos de los santos
hasta la médula.
Defendidos
por la diestra de Cristo,
no temen al fuego;
con la medicina de los ángeles
les son devueltos sus ojos,
y las roturas se unen
y se sanan las heridas.
Suspira el
tirano lleno de estupor
ante tan grandes milagros
al ver sanos y salvos
a quienes había ordenado matar,
y cómo habían vencido
todo tipo de torturas.
Soportan con
paciencia
lo que otros les hacen llenos de furor,
sabiendo que quienes han soportado
hasta el final tanto por Cristo,
consiguen la ganancia que viene del cielo,
de la que gozan eternamente.
Algunos
veían llegar
los dones enviados del cielo:
una gran legión de ángeles
que esperaba arriba
para coronar las gloriosas
cabezas de los santos.
Ayudad,
santos de Dios,
al pueblo que suplica
y a los que piden
dadles el remedio que buscan
para que en unión con vosotros
tengan parte en el reino.
Concédenoslo,
Padre piadosísimo,
y tú, unigénito igual al Padre,
que reinas con el Espíritu Parálito
por todos los siglos.
Amén. |