La Ermita. Rito hispano-mozárabe

 

EL OFICIO DIVINO O LITURGIA DE LAS HORAS

Breviario

 

HYMNUS / HIMNO

Bis nobem noster populus sub uno
(Die XVI Aprilis. In festo sanctae Engratiae vel decem et octo martyrum. Ad Vesperum, in Laudibus / 16 de abril. Santa Engracia y los dieciocho mártires. Vísperas y Laudes).
Nota: del himnario antiguo

Ymnus in diem sancte Engratie vel decem et octo martirum

   Bis nobem noster populus sub uno
Martirum servat cineres sepulcro,
Cesaraugustam vocitamus urbem,
      Res cui tanta est.

   Plena magnorum domus angelorum
Non timet mundi fragilis ruinam
Toth sinu gestans simul offerenda
      Munera Christo.

   Quem Dei dextram quatiens coruscam
Nube subnixus veniet rubentem,
Gentibus iustam possituros equo
      Pondere libram.

   Orbe de magno caput excitata
Obiam Christo properanter ibit,
Civitas quoque pretiosa portans
      Dona canistris.

   Tu decem sanctos revees et octo
Cesaragusta studiosa Christi,
Vertice flavis oleis revincta
      Pacis honore.

   Sola in occursum numerosiores
Martirum turbas Domino parasti,
Sola predives pietate multa
      Luce frueris.

   Vix parens orbis populosa Penis,
Ipsa vix Roma in solio locata,
Te decus nostrum superare in isto
      Munere digna est.

   Hinc et Engrati recubant tuarum
Ossa virtutum quibus efferati
Spiritu mundi violenta virgo
      Dedecorasti.

   Martirum nulli remeante vita
Contigit terris habitare nostris
Solus tu morti proprie subprestes
      Vibis in orbem.

   Vibis, ac pene seriem retexis,
Carnis et cese spolium retemtas,
Terra quam sulcos habeat amaros
      Vulnera narrans.

   Barbarus tortor latus omne carpsit,
Sanguis inpensus, lacerata membra,
Pectus abscissa patuit papilla
      Corde sub ipso.

   Iam minus mortis pretium peracta est,
Qui venenatos abolens dolores
Concita membra tribuit quietem
      Fine supremo.

   Cruda te longum tenuit cicatrix,
Et diu venis dolor hesit ardens,
Dum putrescentes tenuat medullas
      Tavidus humor.

   Invidus quamvis obitum supremum
Persecutoris gladius negarit,
Plena te martir tamen ut peremta
      Pena coronat.

   Vidimus partem iecoris revulsam,
Ungulis longe iacuisset pressis,
Mors habet pellens aliquid tuorum
      Te quoque viba.

   Hunc novum nostre titulum fruendum
Cesaraguste dedit ipse Christus,
Iuge vibentis domus ut dicata
      Martiris esset.

   Ergo ter senis sacra candidatis,
Dives obtato simul et Luperco
Perge conscriptum tibimet senatum
      Pangere psalmis.

   Ede Succesum, cane Martialem,
Mors et Urbani tibi concinatur,
Iulium cantus resonet, simulque
      Quintilianum.

   Publium pangat corus, et revolbat
Quale Frontonis fuerit tropeum,
Quid bonus Felix tulerit, quid acer
      Cecilianus.

   Quantus Euvoti tua bella sanguis
Tinxerit, quantus tua Primitive,
Dum tuos vivax recolat triumphos
      Laus Apodemi.

   Quatuor post hinc superest virorum
Nomen extolli, rennuente metro,
Quos Saturninos memorat vocatos
      Prisca vetustas.

   Hec sub altari sita sempiterno
Lapsisque nostris veniam precatur
Turba, quum servat procerum creatrix
      Purpureorum.

   Nos pio fletu date perluamus
Marmorum sulcos, quibus est operta
Spes, ut absolvat retinaculorum
      Vincla meorum.

   Sterne te toga generosa sanctis
Civitas mecum tumulis, deinde
Mox resurgentis animos et artus
      Tota sequeris.
   Gloriam psallat:::::

V\. Exultabunt sancti.

   (1) Nuestro pueblo guarda bajo un único sepulcro las cenizas de nueve pares de mártires: Zaragoza llamamos a la ciudad que alberga tan gran tesoro.

   Esta casa llena de grandes ángeles no teme la caída del mundo frágil, pues lleva en su seno tantos dones que ofrecer en bloque a Cristo.

   Cuando Dios, agitando su refulgente diestra, venga apoyado en una nube roja a poner para los pueblos su justa balanza de peso preciso,

   de los confines del gran orbe vendrán apresuradamente a Cristo, alzando sus cabezas, cada una de las ciudades, trayendo en canastos sus preciadas ofrendas.

   Diez y ocho santos portar�. tú, Zaragoza, devota a Cristo, tu cabeza ceñida de dorada oliva, honor de la paz.

   Apenas es digna la populosa madre del mundo púnico, apenas la propia Roma, situada en el trono, de superarte en esa ofrenda a ti, orgullo nuestro.

   Aquí también, Engracia, reposan los huesos de tus virtudes, con las que amancillaste, violenta doncella, el espíritu de un mundo embrutecido.

   A ninguno de los mártires le fue dado habitar nuestras tierras conservando la vida, tú sola, sobreviviente a tu propia muerte, vives en el mundo.

   Vives y reconstruyes el proceso de tu tormento y, reteniendo lo que hubiera sido el despojo de tus carnes cercenadas, nos cuentas qué amargos son los tajos de tus espantosas heridas.

   El despiadado torturador despedazó todo tu costado, tu sangre se perdía, tus miembros fueron lacerados, tu seno fue arrancado y el pecho quedó abierto bajo el corazón mismo.

   Es menor el precio q�e se paga cuando se alcanza al cabo la muerte, pues ésta, anulando el dolor envenenado, concede rápido descanso a los miembros con su sueño final.

   Largo trecho te embargó una herida abierta y el dolor quemante se aferr� largo tiempo a tus venas, mientras humor corrompido consume tus tuætanos y los va pudriendo.

   Aunque la espada envidiosa de tu perseguidor te negara la muerte definitiva, con todo, mártir, un suplicio completo te otorga la corona como si hubieras muerto.

   Vimos que un trozo de tus entrañas yacía arrancado a lo lejos con la señal de unos garfios clavados: la pálida muerte posee algo de ti aunque tú al mismo tiempo estás viva.

   Fue el propio Cristo quien concedió a nuestra Zaragoza el disfrute de este honor sin precedentes: ser la casa consagrada de una mártir en vida.

   Así que, sagrada por tus seis tr�os de mártires de blanco ropaje, rica por Optato y Luperco a un tiempo, sigue tú cantando en tus salmos a ese senado por ti alistado.

   Proclama a Suceso, canta a Marcial, sea objeto asimismo de tus sinfonías la muerte de Urbano, que tus cánticos hagan sonar el nombre de Julia así como el de Quintiliano.

   Que el coro narre la historía de Publio y rememore qu� grande fue el trofeo de Front�n, qué cosas soport� el valiente Félix, cuáles el bravo Ceciliano,

   cuánta sangre ti�æ, Evocio, tus luchas, cuánta las tuyas, Primitivo, y que entonces perdurable alabanza recuerde,
Apodemo, tus triunfos.

   Queda todavía por ensalzar el nombre de cuatro varones a los que el metro se resiste: Saturninos cuenta la antigua tradición que se les llamaba.

   Perdón pide para nuestros deslices esta tropa situada al 190 pie del altar eterno, protegida por esta madre de próceres purpurados.

   Venga, lavemos nosotros con piadoso llanto los trazos del mármol con que está cubierta mi esperanza de desatar los lazos de mis grilletes.

   Prost�mate toda tú junto conmigo, noble ciudad, ante estos santos sepulcros; Después, cuando vuelvan a alzarse sus almas y cuerpos, toda tú marchar�. en pos de ellos.   

(1) Traducción de Luis Rivero García en Prudencio, Obras II. Libro de las coronas (Liber peristephanon): himno en honor de los dieciocho santos mártires de Zaragoza. Ed. Gredos, Madrid 1997, pp. 158-166.

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