LA IGLESIA COMO LUGAR DE CULTO |
DISPOSICIONES
DEL LUGAR PARA LA CELEBRACIÓN (*) Todos sabemos que el espacio celebrativo de los templos cristianos viene estructurado por los diversos ministerios que se ponen en juego para la acción sagrada. Tales ministerios son comunes a los diversos Ritos cristianos: la asamblea, el coro, cantores, los lectores, los acólitos, los diáconos y, en su caso, los presbíteros o los obispos. La nave recoger� en este caso, como en los otros, a la asamblea, generalmente orientada con sentido escatológico. La congregación de los laicos es considerada como un grupo ministerial, formando el tercer «coro» (1). Delante de la asamblea, como encabezándola, ocupar�. un lugar los ministros menores: coro, lectores, acólitos e incluso los diáconos; tal espacio delantero recibir� el nombre de púlpito y estar� enmarcado de algún modo (generalmente por unas cancelas). Tal denominación de púlpito parece una extensión del concepto primitivo a toda la zona que rodea al púlpito propiamente dicho, que es el lugar donde se coloca el lector o salmista con el fin de que, durante la lectura pública, pueda ser visto por el pueblo, para que se le oiga más fácilmente (2). De cara a una celebración en una iglesia de Rito Romano yo recomendaría situar a tales ministros en la zona inicial de la nave, cerca o pegando a las gradas de acceso al presbiterio. Una colocación posible puede ser formando como dos coros enfrentados, a un lado los acólitos, lectores y diáconos, y al otro los cantores, con el ambón en el pasillo central mirando hacia la nave, o, si es muy visible, en su lugar normal dentro del presbiterio. Seguiría, en un recorrido hacia el fondo de la iglesia, el presbiterio, al que se suele acceder subiendo unas gradas o escalones. Esta zona se llamará la del altar o ara por estar en ella la mesa eucarítica. Cuando preside un obispo o se trata de una concelebración, conviene, a mi juicio, retirar el Santísimo, si es que el sagrario ocupa el lugar central al fondo del presbiterio. Allá se ha de colocar la sede del preste, a su alrededor los lugares de los demás presbíteros, formando un tercer coro. Tal y como indican las rúbricas de las antífonas para la consagración de una basílica (3), tanto el altar como el arco de acceso al presbiterio eran cuidadosamente revestidos; sirvan a este respecto, como muestra, las diversas miniaturas reproducidas en un interesante artículo de don Francisco ÍñIGUEZ (4). Las imágenes reproducidas en este artículo muestran el rico adorno que debía de ser permanente. Por el contrario el altar sólo se revestirá. en orden a la celebración, el resto del tiempo permanecería desnudo. Cabe también suponer que las seis o siete velas o lámparas que en la celebración arden ante o sobre el altar eran traídas en la procesión de entrada y colocadas en tal lugar al comienzo de la celebración, o, en casos menos solemnes, colocados al revestir el altar entes de la Misa; lo mismo parece se puede decir de la cruz, que traída en procesión se colocaba junto al altar. Junto a estos elementos fundamentales los testimonios literarios y arqueológicos nos hablan de ciertos espacios típicos que no faltaban en los templos hispánicos antiguos. Se trata, en primer lugar, del llamado donario; consiste éste en una habitación o una zona del crucero del templo (a la izquierda mirando al ábside) o, simplemente, una mesa colocada en tal zona que sirve para recoger las ofrendas para la Misa y para prepararlos antes de llevarlas al altar. Parece que cuando se encuentre una habitación con tal calificativo, en ella se depositan no sólo los dones eucaríticos sino todos los donativos hechos a la Iglesia (5). A la hora pues, de celebrar una Misa en Rito Hispano-Mozárabe en una iglesia de Rito Romano conviene situar, fuera del presbiterio, en el crucero, más cerca de los fieles que del �púlpito» o coro, y a un lado, una credencia amplia. Allá, antes de comenzar la Eucaristía, los fieles han podido entregar pan y vino para la celebración, así como ofrendas de otro tipo. Ha de quedar un pasillo que permita el paso del donario al altar a través del coro, tal función parece ser la ubicación en el polo opuesto del crucero, del llamado sacrario, nuestra sacristía; en ocasiones parece que reducida a una sola mesa para revestirse, pero por lo general habitación para guardar el ajuar litúrgico y hasta, tal vez la Eucaristía. (*) Tomado de FERRER GRENESCHE, Juan Miguel. Curso de Liturgia Hispano-Mozárabe. Ed. Estudio Teológico de San Ildefonso, Toledo 1995, pp. 200-201. Notas 1. Antifonario
Visigótico-Mozárabe de la catedral de León, ed. a
cargo de L. Broy y J. Vives, Barcelona-Madrid 1959 fol.
3, 28-29: «Corus ad aram corus in pulpitum stabat /
corusque in templo resonabat suabiter». |